sábado, 7 de marzo de 2009

MUJER

Cuándo suena el despertador, María, se levanta corriendo a las 6.30 mientras su marido permanece en la cama. Baja a la cocina corriendo para hacerle ese zumo natural que a él tanto le gusta. Mientras pone las tostadas en la tostadora y el café en el microondas. Al oír el agua de la ducha corre de nuevo a la planta de arriba para hacer las camas. Lleva veinte años oyendo eso de cariño, quieres que te ayude… Hay frases que deberían estar prohibidas, piensa mientras coloca las dos almohadas y los cuatro cojines de cada cama.

Entra en la ducha cuando sale él y tiene que ducharse ella bajo las terribles oscilaciones de la temperatura del agua, temperatura que desciende cada vez que él abre el grifo del lavabo para afeitarse. Tiene que usar gorro de la cabeza para ducharse, para no estropearse el peinado que se hizo el día anterior. En apenas cinco minutos tiene que hacer todas sus tareas incluidas las de darse crema hidratante. Mientras él se viste con la ropa que ella le ha dejado preparada la noche anterior, mientras preparaba la suya propia. ¿Esta corbata pega con esa camisa, cari? Es otra de las preguntas que no deberían estar permitidas.

Termina de colocar el desayuno de su marido mientras ella se toma una fruta de pie. Espera que él termine y así le da tiempo a dejar fregados los cacharros. Odia salir de casa con los cacharros del desayuno sucios. Aún tiene tiempo de despertar a sus dos hijos, y dejarles los bocatas del mediodía hechos. Corriendo saca del tendal la ropa seca que la asistenta – dos horas tres días a la semana, porque no puede pagarle más días con su salario- ha de planchar. Le constó encontrar a una que planchara a su gusto las camisas de su marido.

Corriendo se va a coger el autobús pues el coche familiar se lo lleva él. Además no podría aparcarlo en la ciudad. En su empresa solo tienen aparcamiento para coches los cargos directivos, todos hombres, claro. Después de una hora en el transporte público que aprovecha para pintarse, piensa que ese rato que pasa en el metro es quizás el único momento de relax que tiene a lo largo del día. Trabajar ocho horas al día, en una empresa llena de inútiles que cobran casi un cuarenta por ciento más que ella por el mismo trabajo no le ayuda a estar más tranquila. Otra de las frases que mas odia es esa de “¿Has visto el expediente de…?”. Todavía no se ha vencido los tics que hacen que sus compañeros piensen que ella es su secretaria.

Al llegar a casa sobre las cinco, sin tiempo a cambiarse, se pone a fregar los platos y cacharros que han dejado en el fregadero los demás miembros de la familia, mientras prepara la cena y pone la lavadora. Hoy tiene que limpiar, además, el polvo del carrito de las bebidas que, parece, que la asistenta no ha visto. Claro que las chicas ya se sabe…

Tiene que ir corriendo a la costurera a buscar unos pantalones de su hija que le quedan largos y arreglar la tapa del wáter que se ha salido de su sitio. Poner papel higiénico de reserva, sacar la basura y cambiar la bolsa, mientras calienta la cena. Parece que le duele un poco la cabeza, piensa, mientras llega su marido. Hoy es lunes y vendrá con ganas, cogerá su cerveza fría de la nevera que ella se ha encargado de subir del garaje y cuando ella esté cocinando la cena y él encienda la tele, aún tendrá tiempo de oír otra de esas frases que tanto odia: ¿Qué tal, que has hecho hoy, cari…? Nada, ¿no? Luego echaremos un polvito, eh? mientras da gracias a dios por haber nacido en el tan civilizado primer mundo.


A C T U A L I Z A C I Ó N
Algún comentarista me ha dicho que mi post estaba lleno de tópicos. Bueno, puede ser. Pero creo que son tópicos precisamente por eso, porque responden a una realidad diariamente contrastada. Y parece que no soy el único que lo ve así. Hoy mismo Brilli-Brilli publica esta viñeta del genial Forges y creo que su visión es exactamente la misma que yo quería plasmar en mi post. Bezos.

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