miércoles, 4 de marzo de 2009

DE COMO PASÉ DE TENER NOVIA A TENER NOVIO SIN SALIR DE LA MISMA FAMILIA

Aquel verano fue el de las hormonas volantes, andábamos con la sexualidad a flor de piel, soltando feronomas al viento todo el día. Todos en la pandilla empezábamos a emparejarnos, y los viejos juegos infantiles comenzaron a dejar de interesarnos de repente. Pasamos de ir a robar fruta en bicicleta a comer pipas desganadamente en el muro de la tienda. Todo se nos iba en tocar el culo a fulanita o en decirle a menganito que aquella está por ti. Y fue el verano en que aparecieron Margot y Joseph.

Eran franceses. Bueno más bien hijos de franceses. Margot era mayor y más desarrollada. Tenía unas enormes tetas que era imposible no admirar y desear. Se convirtió en la sensación del verano, tanto de nuestra pandilla como de nuestros padres. Joseph, sin embargo, aunque guapísimo y con unas largas greñas rubias, era más bien pequeñito, parecía poca cosa a su lado. Pero Margot, de todos los varones de la pandilla, puso sus ojos en mí; y yo, en cambio los puse en su hermano.

Sin embargo tuve que ennoviarme con ella, claro. Nadie entendería que dejara pasar aquel pibón que todos deseaban, sin contar que su madurez y su cultura francesa la hacía poseedora, a la vista de la morbosidad de la gente, de todas los atractivos sexuales. De todos los que yo no deseaba. Así que mientras me moría por su hermano, me hice novio de ella. Margot fue la primera mujer que besé, y eso fue el cincuenta por ciento de toda mi experiencia con mujeres. Y ninguna de las dos me gustó. Recuerdo sus besos húmedos tan perfectamente como el primer jarabe para la tos, con evidente desagrado. Ella apenas hablaba español. Su hermano, sin embargo, no paraba de hablar en un extraño lenguaje, mezcla de español y francés que a mí me fascinaba. Un día que todas las chicas se fueron a la ciudad de compras, nos pasamos los dos la tarde entera en el rompeolas frente al mar, sin parar de hablar, muy juntos, siempre riendo, salpicados por las gotas de agua que las olas traían hasta nosotros. Joseph además, en su habla, quería introducir localismos gallegos lo que hacía todo lo que contaba más divertido si cabe. Aún recuerdo su frase cuando alguien le tiró encima de su polo blanco un chorretón de kétchup: “Folláronme o lacoste”, me dijo, sin que yo pudiera aguantar las carcajadas más sinceras y enamoradas de mí vida.

Besando y magreando a su hermana, yo solo pensaba en él. Y al mismo tiempo, su familiaridad conmigo era tan grande que yo suponía que su cariño por mi era mayor que el que se tiene a un posible cuñado. Pues, al contrario que su hermana, Joseph no se había emparejado con ninguna de las niñas de la pandilla. Tuve que ingeniármelas para salir de dudas. Alguien propuso ir al cine a Coruña y yo ofrecí mi casa vacía para dormir. Y así se hizo.

Una vez en ella, después de estar sentado en el cine entre ambos hermanos. más caliente por el contacto de la pierna de Joseph que por los besos de su hermana, llegó el momento de distribuir en mi casa las posiciones de dormir. Como en una cacería. La posibilidad de dormir con mi novia quedó enseguida descartada. Por muy modernos que ellos fueran, en España con trece años no te acuestas con tu chica con toda la pandilla delante. Me aseguré entonces de que me tocara dormir con Joseph en la cama matrimonial de mis padres.

Nos acostamos allí juntos y desnudos. Estaba inmenso. Por no hacer el post muy largo, solo diré que fue la noche más dulce y placentera de las que he vivido hasta ahora, con todos mis deseos colmados desde que Joseph dirigió su mano a mi polla erecta. No dormimos nada, y nuestras caras al día siguiente tuvieron que justificarse con las típicas frases de este mamón que no paró de moverse, o imposible dormir con lo que roncaba este gabacho. Unas bromas que solo nosotros entendimos, pero para mí fue como alcanzar el cielo.

A nadie se lo contamos, al menos yo. Pero desde el día siguiente, en que su hermana me plantó, para pasmo de toda la pandilla, y empezó a salir con otro, yo empecé igual y libremente a corretear por toda la aldea en busca de un lugar donde retozar a escondidas con su hermano Joseph. Me quedé encantado pensando que, al fin y al cabo, eso de ser gay no era tan complicado, y que se podía cambiar de novia a novio sin tener que salir de la misma familia.

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