jueves, 10 de septiembre de 2009

MI ABUELA BUSCA AUMENTAR LA PANDILLA

Foto: Mi abuela fantasma sentada en un banco del jardín


Bueno, vosotros no la podéis ver porque para eso es un fantasma, no te jode. Pero todas las mañanas antes de comer, me siento con mi abuela en el banco del jardín en el que la “exponen” mientras no llega la comida. A mí, mi abuela fantasma no me molesta demasiado, y creo que ella lo agradece, pues debe sentirse muy sola y, quieras o no, rara; como con mal cuerpo. Por eso, mientras todos los demás andan por ahí a su bola, yo me siento cerca de ella y le leo el periódico. Lo hago, porque aunque lleva ya cinco años “ausente” de esta vida, le gusta estar informada, sin que pueda hacerlo sola, por la vista. Los fantasmas no ven bien, ya te aviso, y si el día de mañana piensas ser un fantasma de esos que asustan a la gente, no te olvides de llevarte las gafas.

Mi abuela tiene una forma muy peculiar de comentar las noticias de la prensa. Es un idioma propio de los fantasmas, supongo yo, que desprovisto de toda tontería prescindible: sujeto, verbo y predicado por ejemplo, investiga el modo de expresar las cosas sin, al mismo tiempo, decir nada; una forma de ir al grano, vamos. Es lo que creo que los intelectuales llaman “economía del lenguaje”. Pues bien las abuelas fantasmas economizan un huevo en eso. Por ejemplo, si le digo a mi abuela que el PP está denunciando escuchas ilegales, mi abuela contesta: Ah, claro… si es que es terrible… se creen que somos… pero es que luego… así pasa lo que..., nada, claro. Si le digo que el Real Madrid ha fichado a un jugador nuevo me responde que … Bueno, ese si que… ahora mira tú ya… si es que… no si ya lo digo yo que..., claro, si es imposible. Y ya si le digo que han bajado los tipos de interés, empieza: Fíjate… ¿No ves? Pa que luego digan que… con todo eso…, claro, luego se piensan que…, es terrible. Y así todo.

Pero lo que realmente le gusta a mi abuela fantasma es que le lea las esquelas. Eso le apasiona. Las examinamos cuidadosamente, haciendo una primera criba con los que son de pueblos pequeños y lejanos de A Coruña. Luego ya empezamos con las edades y con los apellidos. Mi abuela fantasma cree conocer a todos los fallecidos o al menos conoce a sus familias, si, ese… fíjate, siempre iban a…, si es que…, nada, no hay nada …, ya lo digo yo, los años… ya se.., si no puede ser. Suelta. A veces no los conoce o los apellidos del finado no le resultan conocidos, pero entonces miramos la calle de la capilla ardiente. Y puede que, finalmente, si bien ella reconoce que no conoce al fiambre, sin embargo…, seguro que lo conocía esta…, cómo se llama..., que vive por..., hombre..., tu tía esta... O vete a saber tú quién. El caso es que, con ella, no hay esquela a la que no le saquemos su juguito.

Por eso yo creo que mi abuela, allí en el mundo del más allá, dónde quiera que se encuentre, debe estar más sola que la una, andará por allí como un fantasma triste y solitario, medio ciega y sorda a todas las inclemencias de la vida. Igual que en ésta al fin y al cabo. Y digo yo que, a lo mejor se aburre leyendo esquelas y andará buscando la manera de ampliar la pandilla. Y es que ser un fantasma familiar para que te “expongan” en el jardín de una y media a tres, la verdad, debe ser bastante aburrido. Eso si, cuando ponen la comida en la mesa, mete la primera y sale corriendo la ijoputa que te cagas, ya no atiende a esquelas ni a nada... ¡Será un fantasma, pero come como un caníbal!

Y tú, ¿te encuentras sólo? ¿Quieres aumentar la pandilla de mi abuela? No tienes nada más que morirte... ¡pero llévate las gafas de leer!

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