viernes, 25 de septiembre de 2009

CRÓNICAS DE SAUNIA, 1. LUCA


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por el autor (osea eu).



Juan Saunas fue a una de esas saunas del centro, que estaban cerca de su trabajo. Al mediodía no solía ir mucha gente, y eso le gustaba. Él quería pensar que era para evitar la comida con sus compañeros y así, entre lo que deja de comer y los ratos que pasa sudando en la sauna, ir perdiendo esos quilos de más que se le van depositando encima de su cintura.

Realmente Juan Saunas va a esas horas porque al haber menos gente tiene menos competencia para ligar. Juan Saunas siempre piensa lo mismo: hay poca gente, si; pero si alguno quiere follar aquí me encuentra a mí. Y le gusta tener toda la sauna a su disposición, pasearse por ella, de la sala de vapor húmedo a las cabinas, en pura pelota. Es un exhibicionismo absurdo, pues apenas hay nadie que le contemple.

Como casi siempre, Juan Saunas lo primero que hace es entrar en la sauna de vapor seco. Y allí estaba él. Sin duda un chico guapo, que podía ser el amor de su vida. Tenía un agradable físico, un chico tirando a delgado, con unas bonitas y largas piernas. Tenía el pelo también largo, que a Juan Saunas le recordaba a aquel guapo modelo alemán de nombre impronunciable. Solo que el amor de su vida tenía enfrente otro joven igual de atractivo que él, y parecía que ambos no dejaban de mirarse, con esas miradas inquisitivas que usan los gays, como queriendo leer el deseo del otro en la pupila de sus ojos.

Pero Juan Saunas no soltaría la presa fácilmente. Allí estuvieron los tres un buen rato sin que ninguno iniciara las maniobras típicas del ligoteo: sacarse la toalla, secarse el sudor del cuerpo, colocarse el rabo..., todo eso; sin llegar a nada. Cuando, por fin, su ya amado se levantó y salió del pequeño recinto del sudor, su acosador salió detrás, en lo que parecía una clara maniobra envolvente. Sin embargo, su nuevo amor, - Juan Saunas era un romántico en el fondo, que se enamoraba de todos los chicos con que follaba en las saunas, e incluso de algunos con los que no follaba,- volvió a entrar y, esta vez, solo; parecía que no habían ligado.

Como no aguantaba más de calor entre el deseo y el vapor de la sauna, salió un poco colorado de más, siempre al límite; pues le gustaba sudar hasta que sentía una especie de mareo de la pura necesidad de reponer esos líquidos que perdía. Juan Saunas juraría que aquel chico al que ya amaba locamente se interesaba por él, pero no quería llevarse un chasco. Juan Saunas prefería que fueran los otros los que llevaran la iniciativa, así tenía la seguridad de que a su pareja le gustaba. Arrastraba una inseguridad propia del tímido, que le llevaba a arrastrarse de sauna en sauna en busca del amor de su vida.

Más tarde lo encontró en la zona de las cabinas. A Juan Saunas le seguía gustando el chico, a pesar de que no había avanzado mucho en su deseo de amarle eternamente. En uno de sus paseos por el pasillo de las cabinas se quedó parado delante de aquella en la que su objeto de deseo parecía ver la televisión. Ese pequeño paso era un tremendo esfuerzo para Juan Saunas. Se acercó todo lo que su atrevimiento le permitió al quicio de la puerta y le pareció que el chico estaba interesado más en el porno que en él mismo. A Juan Saunas se le hacía tarde para volver al trabajo. Ir a desfogarse mientras perseguía el amor para toda la vida tenía la urgencia impuesta por las dos horas que tenía de descanso en su trabajo. Así es difícil pillar – pensó Juan Saunas- mientras se vestía para marcharse.

Pero al día siguiente decidió ir a una sauna nueva que acababan de inaugurar también por el centro. Una sauna pequeña que no le pareció gran cosa, con las salas de vapor y las duchas muy alejadas de las cabinas. Estuvo mucho tiempo solo, cosa que no le importaba demasiado. Le gustaba estar solo y, a veces, jugaba con su propio cuerpo. Solo, encontraba el atrevimiento que perdía delante de otros hombres. Pero de repente se abrió la puerta de la sala de vapor, y apareció de nuevo su amor, aquel apenas vislumbrado el día anterior, quien parecía haber tenido la misma idea que él. Le seguía gustando, cosa rara, pues Juan Saunas sabía por experiencia que el amor de su vida de hoy, normalmente no le gustaba ya al día siguiente. Incluso le parecía algo mayor que el otro día y con algo más de pelo en el pecho. Aquel chico, al que ya amaba locamente, tenía efectivamente un bonito cuerpo delgado y fibrado, con aquellas hermosas piernas que ya le habían vuelto loco. Se reconocieron inmediatamente, y las sonrisas y las miradas así lo confirmaron. Finalmente, el chico inició el diálogo.

Aquel bellezón empezó preguntándole a Juan Saunas si era el que estaba el día anterior en aquella otra sauna. Lo que halagó a Juan Saunas, pues eso indicaba que no le era indiferente a aquel chico al que ya pensaba pedir en matrimonio; aunque tampoco se quería hacer ilusiones, pues su amado y él eran los únicos habitantes de la sauna. El chico era italiano, y se llamaba Luca. Pero eso sí, hablaba un español perfecto, y la comunicación resulto sencilla. Al italiano le gustaba desenvolver la toalla y mostrar su rabo, algo que Juan Saunas no pudo dejar de notar. A pesar de lo cual, Luca le explicó que a él no le gustaba montárselo con el primero que se le insinuaba. A decir verdad, lo que le había gustado de Juan Saunas era su indiferencia. Por eso – le confesó- no había hecho nada ayer con aquel chico que le había acosado. Juan Saunas se rió con aquella historia y se encontró seguro de haber acertado en su intención de ofrecerle su amor eterno.

Salieron juntos y sudorosos de la sala de vapor. Estuvieron hablando de la propia sauna y Luca le preguntó por dónde estaban las duchas, y para allí se fue; mientras Juan Saunas, pensando en como declararía su amor a aquel joven italiano, se metió en una cabina individual, aunque dejando la puerta abierta por lo que pudiera pasar, con la toalla estratégicamente colocada marcando el abultado paquete que se le había formado en la entrepierna. Juan Saunas no dejó de sorprenderse cuando en el pasillo, apoyándose en el quicio de la puerta de su cabina apareció su ya amado, que alternaba las miradas a la masculinidad de Juan Saunas con la película porno del televisor. Así estuvieron un buen rato, cercanos, contemplándose, sin que ninguno hiciera el siguiente movimiento. Pero cuando Luca empezó a tocarse por debajo de su toalla, entendió finalmente Juan Saunas que allí había tema. La polla de Juan Sauna salió disparada entre la escueta toalla, algo que el italiano no pudo dejar de observar.

Ambos empezaron a masturbarse simultáneamente, hasta que Luca se dirigió firme hacia la colchoneta en que yacía Juan Saunas, cerrando la puerta con pestillo. Juan Saunas ya estaba ansioso, caliente y temeroso, nervioso ante lo que sabía que ocurriría. Iba a hacer el amor con el chico con quien quería vivir ya el resto de su vida. Luca se sacó su toalla mientras le daba a chupar su rabo y le musitaba al oído tímidamente, ¡yo pensaba que no te gustaba...! Juan Saunas atinó apenas a susurrar con aquella polla entre los labios que si, que tú a mí también me gustas, mientras empezaba a chupar.

Pero comerle el rabo fue todo lo que hicieron. Primero de pie y luego sentado en la colchoneta el italiano no parecía interesado en otra cosa que no fuera que le lamieran su polla. A veces le preguntaba a Juan Saunas si le gustaba su rabo o le pedía que le dijera obscenidades mientras a cuatro patas, Juan Saunas chupaba y chupaba, pero Luca se había desatendido de la de Juan. Juan Saunas creyó recordar luego que, en algún momento, le había mordido unos redondos y oscuros pezones, y besado el cuerpo del que iba a ser su marido, pero no estaba seguro. Todo se quedó en una mamada. Eso si, los dos llegaron al éxtasis simultáneamente de una manera bastante efectista entre los que parecían unos exagerados estertores. A Juan Saunas le gustó ver salir la leche de su amado gracias a las habilidades de su boca y lengua. Luego se fueron a duchar.

Al salir del local, Juan Sauna le ofreció al italiano una tarjeta con su número de móvil, sabiendo que no le llamaría. Lo que no importaba, puesto que tampoco él cogía nunca llamadas de números desconocidos. Y que encontrar el amor de tu vida es difícil cuando solo quiere una mamada, pero se fue contento, sonriendo al pensar que a media tarde, seguramente, le dolería la garganta, pero seguiría soltero.

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