martes, 10 de abril de 2007

INFIERNO

Cuando despertó estaba empapado en sudor. Sentía un calor creciente que se iba haciendo insoportable, sus ojos se empezaban a acostumbrar a la oscuridad inicial pero solo apreciaba un fuerte resplandor. Apenas podía moverse, se encontraba aprisionado en un pequeño receptáculo en el que apenas podía moverse.

Entonces empezó a recordar que ayer estaba en un hospital reponiéndose de una peligrosa operación y hoy…. ¡claro, estaba muerto! – pensó – y esto tenía que ser el infierno. Pero él siempre había vivido de acuerdo son su fe cristiana, no había hecho mal a nadie; bueno, había tenido un lío con aquella secretaria que dejó embarazada y otra vez se había quedado con una importante cantidad de dinero de la empresa, pero se había confesado y estaba absuelto de estos pecadillos. ¿Cómo estaba en el infierno él, que había sido toda la vida un hombre de bien? Tenía que ser un error, seguro que era eso, pensaba angustiado, mientras el calor se hacía más y más insoportable. Un error, un lamentable error. Había explotado a los trabajadores de su empresa y la verdad con los pobres no había colaborado mucho, tenía fobia a los pobres, francamente; pero eso no era un motivo suficiente para estar ahora en el infierno, sino estaría lleno y aquí estaba el solo, muriéndose de calor lentamente, asándose vivo…

El empleado del horno crematorio apagó el botón y despidió a la familia recordándoles que a las cuarenta y ocho horas podrían volver a recoger las cenizas.

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