viernes, 27 de abril de 2007

EL COLOR DEL VIENTO

Aquella mañana iba al colegio todo contento a pesar de que al llegar al portal empezó a llover como siempre; a menudo pensaba que el clima gallego me odiaba a mi personalmente, porqué siempre empezaba a llover cuando yo salía a la calle; varios años después comprendí que en Galicia llovía a todas horas, saliera yo a la calle o no.

Pero esa mañana iba todo contento, ya digo; porque me sabía la lección. El día anterior Sor Evangelina nos había enseñado los colores, incluido el negro que es la ausencia de todo color, - repasaba yo – y nos había enseñado también los fenómenos meteorológicos. Yo los conocía todos menos, quizás, las centellas, que nunca supe muy bien que ídem eran. El caso es que me sabía todo, había estudiado a conciencia como correspondía a un Legionario de María distintivo azul del Colegio "Las Discípulas de Jesús”; me sentía contento y seguro.

Así que cuando Sor Evangelina se levantó de su asiento, y como un buitre con sus hábitos negros al viento, se acercó a mí batiendo palmas y lanzó su pregunta no me preocupé demasiado:

- ¿De qué color es el viento?, Iago – preguntó poniendo especial acento en la palabra color.

- "Bueno" – dije yo, lleno de razón - "Madre, el viento no tiene color" – y me quedé tan pancho, seguro de mi mismo; la pregunta era fácil y me la sabía….

- ¿De qué co lor es el vien-to?, Iago - volvió a preguntar la Madre Evangelina marcando las sílabas y continuando con sus agobiantes palmadas que acompañaban sus palabras cada vez más cerca de mi cabeza….

- "Madre…" - contesté yo, ya un poco más inseguro – "el viento no tiene color"

Cuando oí por tercera vez la misma pregunta, formulada con todavía más energía y marcando bien las sílabas y con palmadas más fuertes - "¿DE QUE CO LOR ES EL VIEN TO? - empecé a sudar copiosamente ya angustiado sin saber que responder. Todo mi conocimiento científico, el que podría tener un niño de pantalón corto de primaria, se tambaleaba, y en un momento de inspiración acerté a farfullar:

- "El viento…, el viento…, no sé, madre, el viento será verde" – dije, pensando que si Galicia es verde, el viento que por allí pasaba a la fuerza sería de ese color… En ese mismo instante sentí un tremendo coscorrón en mi nuca mientras que oía gritar a la Madre Evangelina en medio de las risas de mis compañeros de clase – "El viento no tiene color, Iago" - , aseguró mientras yo pensaba que la lección había sido dura pero había valido la pena; y que a partir de aquel día debería mantenerme firme en mis creencias y que, en lo sucesivo, no debería fiarme ni de mi Santa Madre Iglesia.

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