miércoles, 8 de octubre de 2008

JUANJO, 3

"Llegaste un día como solías,
Con tu nombre me sorprendiste,
Otro día con tus palabras,
Me cautivabas,
Yo, tonto de mí,
No sabía ver lo que había en ti,
Un niño lleno de amor,
Esperando a otro corazón,
Y ahora cuando estoy contigo,
Toco el cielo,
Porque lo importante es que te quiero."


Este fue el mensaje que me envío Juanjo después del segundo día. Bueno, como poesía no valía mucho, pero parecía una declaración en toda regla.

Así que el viernes me fui a R. y allí me lo encontré. La verdad es que me alegré en principio, aunque luego pensé que si él había salido bien podía haberme llamado el muy maricón. Pensar eso me produjo un poco de inquietud. ¿Celos? No sé. Creo que ya estoy loco por él, aunque evito demostrarlo. Estuvimos todo el rato juntos, muy amorosos, sin hacer caso de nada ni de nadie; pasando de todo. No paraba de abrazarme y de besarme, siempre con su brazo por encima de mi hombro, lo que me produjo una cierta ternura pues me sentía protegido por primera vez en mi vida, como si fuera él quien llevara los pantalones en la pareja. Una sensación extraña que no había percibido anteriormente, pero que me nubla el entendimiento y me excita sobremanera. Yo le metía la mano por la espalda por dentro de la cintura del vaquero, tocando aquel culazo, grande, redondo y blanco, más suave que el terciopelo.

Juanjo es un obseso de los coches. Lo sabe todo sobre modelos y motorizaciones. Me vuelve loco hablando de coches y motos, pero no me importa atenderle; porque mientras el habla y habla sin parar de caballos de potencia, de abeeses y de airbages, yo no dejo de mirar aquella boca que me parece un milagro de la naturaleza, mientras pienso si allí entrará mi rabo entero. En un momento dado intento que hablemos de nuestra relación y de nuestro futuro pero me aclara poco. Me gasta lo que supongo una bromita, diciéndome que ayer salió y que folló con dos tíos. Finjo que no me importa y espero que no sea cierto, pero los celos me producen, de nuevo, una punzada en el estómago.

Por otro lado seguimos besándonos y tocándonos sin parar, lo que me pone a mil. Salimos a bailar y se arrima tanto a mi polla que parece que me la va a aplastar. Apenas puedo contenerla dentro del pantalón de lo excitado que yo estoy. No paro de frotarla contra su entrepierna. Me empiezan a doler los huevos y se me nubla la vista de lo caliente que me pongo, pero no dejo de besarlo y de meterle la lengua hasta la campanilla. Algunos nos miran, pero a mi no me importa; es más, me encanta dar la nota y que todo el mundo sepa que somos novios. Cuando me dice que soy el primero con el que no lo hizo el primer día, no sé como tomármelo: si sentirme halagado o frustrado. Me dice que yo soy especial, y que soy el primer tío al que quiere; que es la primera vez que siente algo así por un hombre. Me cuenta que por mí quiere cambiar su vida y que me quiere más que a su hermana; pero eso tampoco me tranquiliza mucho, ni me parece muy romántico, la verdad.

Luego me dice que me ha estado llamando toda la semana pero que se le había borrado el número, y tuve que hacer como que me lo creía. Dice también que me quiere conocer más profundamente, y que no quiere que se nos acaba todo con unos cuantos polvos. Me dice algo que me intraquiliza todavía más: que hasta ahora, cuando ha follado con alguien 3 ó 4 veces se le pasa el morbo y se acaba todo, y que no quiere que conmigo le pase igual. Finalmente, me cuenta que mañana va a empezar a trabajar en M.

Lo llevo a casa a las dos de la madrugada. Como el otro día, me va calentando en el coche, sin parar de tocarme el paquete todo el rato mientras conduzco, lo que me pone a mil. En un momento dado, por Velázquez se agacha y me la empieza a comer allí mismo. Sentir la humedad que su lengua va sembrando por mi capullo reventón, era más de lo que podía soportar. Por poco me esnafro contra el VIPS con riesgo de atropellar por lo menos a tres o cuatro pijos. Siempre me hace lo mismo y, aunque me gusta, me desespera porque al llegar cerca de su casa tengo que dejarlo con aquel calentón del quince, diciéndome que si lo que quiero es que lo echen del trabajo antes de empezar. Tan caliente me quedé que me tuve que meter por la primera salida de la M-40 que encontré y pararme para hacerme un pajote bestial. Es increíble, pero me tiene comiendo de su mano. Estoy loco por un tío que no tiene clara su identidad sexual, que usa a los pavos para follar y que ni el mismo sabe lo que quiere. Y yo por él ahora mismo iría a Siberia de rodillas si me lo pidiera. ¡Seré gilipollas! No sé a dónde me llevará esto. Pero si no me follo aquel culazo creo que me va a dar algo.

Llego a casa, sin parar de darle vueltas a la cabeza, con un dolor en la polla que me impide dormir. Me hago otra paja y le pongo un sms para que lo lea mañana, antes de entrar a trabajar.

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