lunes, 16 de febrero de 2009

MI ABUELA LIMPIA EL TRABUCO

El otro día descubrí a mi abuela, la fantasma, limpiando con esmero y tarnishield el sable y el viejo mosquetón del bisabuelo. Hombre, una abuela fantasma hace cosas raras, para que te lo voy a negar, pero limpiar un arma que lleva colgada ni se sabe encima de la chimenea y que no se dispara desde la Guerra de Cuba, resulta cuando menos sospechoso. Pero mi abuela no hace las cosas por frivolidad. Que será una fantasma y todo lo que quieras, pero es un fantasma muy ilustrado. Cuando mi abuela limpia el sable es que pintan bastos (¿o debería decir espadas?).

- Abuela, ¡te pillé! - Le dije yo ingenuamente, como si a un fantasma lo pudieras tú pillar así como así en falta. Los fantasmas son bastante escurridizos, te lo digo yo. -¿Qué haces limpiando la vieja escopeta del bisabuelo? –inquirí.

- ¿Pues qué voy a hacer Iago? Preparar mis armas por si me invitan. Todo vuelve, hijo. – añadió sonriendo enigmáticamente.

- ¿Pero qué es lo que vuelve, abu?- insistí yo, ya intrigado.

- ¿Qué va a ser: las cacerías, el franquismo; ¡gilipollas! - me contestó bastante airada. A mi abuela le gusta llamarme siempre con apelativos así, cariñosos. – Vuelven las cacerías para obtener favores políticos. Allí se cocía todo: le ponen a los ministros unos venados drogados para que lo maten, a 3.000 euros la pieza, que tampoco es tanto para lo que puedes conseguir, y ¡hala! Tira. Una licencia de exportación, una comisión bancaria, un cargo de Subsecretario. Todo es posible en una cacería. Ahí es dónde se gobierna el país real. Se junta la nobleza, el capital, los obispos, los altos cargos, los pelotas… Todos.

- Venga abuela. – Proseguí yo, - lo que vas a conseguir es que te maten. – Y ahí no estuve muy fino, la verdad, pues mi abuela llevaba ya tres años fiambre cuando apareció en mi casa de nuevo con todas su "armamento".

- Ja ja ja – ser rió ella, claro y no dijo más. Y ahora ya sé yo de donde me vienen a mí mis famosas carcajadas. Es cosa de familia.

- Pero ¿y el sable? – pregunté yo, con un poco de pitorreo, pues no veo a mi abuela con la sábana puesta, matando una pieza en una cacería así, a sablazo limpio.

- No, eso no tiene nada que ver. Atontado. – me aclaró-. El sable es para prevenirme de los sablazos del gobierno. Alguien tiene que pagar la visita del segundo de a bordo del Papa. No hace ni una semana que ha estado en España y ya se lleva 67 millones de euros más que el año pasado por el IRPF, un 38% más! De algún sitio lo tienen que sacar. Pero a mí no me cogen indefensa. Yo me defiendo de los sablazos con sus mismas armas. ¡A sablazo limpio! Y no preguntes tanto – concluyó- ¿Acaso te pregunto yo dónde metes tú el trabuco?

Tuve que reconocerle que no le faltaba razón. Y más, ante la alusión a mi orentación sexual, que creo saber, por estas indirectas que me suelta, que ella ya conoce. A mi abuela no se le escapa una. Yo creo que trabaja para el servicio de espionaje de la Espe, y mi abuela no es la más fantasma de todos ellos, te aviso. El mundo está lleno de fantasmas cargados de razón. El caso es que, ya puestos, le pedí que me enseñara a usar esas armas, por lo que pueda pasar. Hay que estar preparados, cualquier día hay que tirarse a la calle y empezar a usarlas de nuevo.
¡A las barricadas!

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