sábado, 16 de junio de 2007

RAUL

El segundo chico con el que tuve un encuentro sexual se llamaba Raúl. A Raúl lo veía a menudo por los sitios que yo frecuentaba entonces, pero no me apetecía montármelo con él; y no por nada, porqué era muy mono aunque algo bajito y, desde luego, nada musculado; más bien era menudo. Pero era muy simpático y como muchos días estábamos en el Nike solos, esperando cada uno a nuestros colegas, charlaba conmigo. Pero yo no quería hacer nada con él, porque solo había estado antes con un chico y Raúl se movía en los mismos sitios que yo, conocíamos a la misma peña. Yo prefería tener con él antes una relación de amigo antes que sexual.

Raúl era sevillano pero vivía en Santander y era gay, nada de bisexual ni cosas de esas, gay. Este hecho que parece tan tonto fue un descubrimiento para mí que venía de una relación con un hétero (bueno, A. también era gay, sin duda, pero él decía que no); había chicos gay con aspecto normal y corriente, que estaban con chicas y chicos como yo. Tenía un tatuaje en el brazo en forma de alambre de espino, de esos que parece que significan “soy pasivo”. También estaba loco por ligar conmigo, eso estaba claro, y no dejaba de meterme mano a la menor ocasión así entre coñas y risas, tocándome el culo todo el rato.

Cuando empecé a tener relaciones con él, ya no pude dejarlo hasta que se marchó a Santander. Él me comprendía, no me pedía más, no me presionaba ni quería una relación, no me decía que tenía que aclararme y me hacía lo que a mí me gustaba sin intentar follarme. A veces se tendía y dejaba que fuera yo quién lo usara, que yo hiciera todo el trabajo como si yo fuera un masajista profesional y el un cliente o algo así.

Y disfrutaba, se notaba que le gustaba. Hablábamos mucho mientras estábamos juntos, nos reímos siempre; me contaba su vida y sus planes de futuro: quería hacerse monitor de natación. Tenía una sonrisa de picarón que me encantaba, aquella sonrisa me perdía. Era listo e irónico y además exhibicionista, le gustaba enseñar la goma de los slips y casi se podía adivinar su polla asomando por encima. Muchas veces, antes de irnos a su casa a follar, nos sentábamos en la barra del Nike, cada uno en una banqueta, pero muy cerca, y colocaba sus piernas entre las mías. Entonces, una vez conseguida mi erección, sabía que no podía resistirme más y me llevaba a su piso donde vivía con otros estudiantes.

Antes de marcharse a Santander, me dio su teléfono entre lloros. Fue entonces cuando Raúl me dijo que me amaba y que se iba a morir sin tenerme, que no sabría como podría seguir viviendo sin mí. Estaba destrozado y resultaba creíble, porque yo era consciente también de que lo iba a echar de menos y que le había cogido mucho cariño. Yo creo que lo amé, y lo echo de menos todavía.

Y lo llamé varias veces a Santander; me pedía que fuera a verlo pero nunca fui. Lo volvía a ver no hace mucho en Cool. Estuvimos juntos tomando copas y luego sentados. Nos estuvimos besando toda la noche, nos tocamos y abrazamos como si fuéramos una pareja de novios que se reencuentran. Estaba guapísimo, con unas bermudas exageradamente grandes, calcetines, botas y visera, un poco más gay que entonces pero con una pinta muy moderna. El estaba feliz de la expectación que había creado entre todos los que estaban en Cool, y su exhibicionismo hizo el resto. Nos fuimos a su hotel a recordar viejos tiempos e hicimos de nuevo el amor, mientras me decía que aún me amaba y que no había encontrado todavía a nadie como yo. Lo pasé bien con él, pero para mí ya no había la magia de aquellas primeras veces, aquellos primeros polvos casi infantiles, aquellos momentos en que todo era nuevo, en que cada mirada descubríamos nuevas sensaciones.

Habré follado con él diez o doce veces, pero lo más importante es que llegamos a ser buenos amigos.

Hoy me he acordado de ti, Raúl.

No hay comentarios:

Publicar un comentario