lunes, 11 de junio de 2007

AYER, DOMINGO

Ayer, este último domingo concretamente, fue uno de los dos días que yo mas odio del año. Dejando el hecho de que iba a ser y no fue el día que venía Ivan a Madrid a … comprarse un bañador de Aussiebum o como se diga (que digo yo, Iván amor, para que quiere un bañador de esas marcas tan raras habiendo CK, que total para lo que te iba a durar puesto…) y que el Madrid pudo cerrar la liga (le duela o no le duela a Gazpa); el caso es que este domingo mi madre decidió que teníamos que “subir la ropa de verano y bajar la ropa de invierno”. Cada vez que oigo esa frase me pongo a temblar.

Vivir en un chalet de tres plantas puede parecer una ganga, claro, sobre todo si por fin es la primera vez que tienes una habitación para ti solo y te deshaces de los calcetines sucios de tu hermano (¡hermano, mañana te voy a dedicar un post! hombre). Pero lo que no tiene tanta gracia es pasarse el día subiendo y bajando las putas escaleras (sin contar que las que bajan a la planta sótano son de caracol) cargado de pantalones de pana y subiendo pantalones piratas.

Yo intento inútilmente que mi madre suspenda esta absurda costumbre traída de Galicia. Allí efectivamente la gente tiene ropa de invierno y ropa de verano porque hay dos estaciones bien diferenciadas, pero en Madrid esto no tiene objeto, como le digo yo a mi madre, en Madrid la gente usa la moda “cebolla” que consiste en que a mí el tiempo me suda la polla. En verano una camiseta, en primavera dos, en otoño tres y en invierno cuatro; y si hace un frío de cojones (que este año no hizo) te pones una chupa y asunto arreglado.

Pero mi madre no atiende a mis argumentos, me ha contestado que “hay que vaciar los armarios que así se oxigenan”. “¡Dios mío! –pensé yo- otra como Donuttz que quiere que salga del armario”. Pero no era eso; dice que así la ropa se airea, que es una ocasión estupenda para que miremos que ropa puede ir al ropero de los pobres (jamás he visto a un pobre con algo mío y espero no verlo; nadie quiera ropa usada si la puedes comprar falsificada en los chinos por cinco euros). Y para rematar me dice que - “conociéndote, Iago, tu eres capaz de ir en verano con un pantalón de pana”. ¡Me arrepiento! de semejante desafuero. Y de nada sirvió que el Real Madrid casi gane la liga, Nadal gane Roland Garros, Bautista gane en 125 cc, Alonso compitiendo en Fórmula 1 y yo de exámenes, estuvimos todo el domingo de arriba para abajo y viceversa cargando con ropa.

Y es que aunque va a hacer tres años que vivimos en Madrid, mi madre tiene tics de “gran dama de provincias”. Todavía se sigue arreglando para tomar el aperitivo de los domingos, como hacen las señoras de Coruña, vestidas “de boda” a las diez de la mañana paseando por el Cantón Grande. En Madrid, y más en una urbanización de lujo, todo el mundo va de chándal y cuanto más dinero tienen más cutre es el chándal. Pero eso a mi madre se la trae floja y no se da por enterada. Y como me dijo un día a mí: “no dejes que Madrid te madriñolice, hay que galleguizar Madrid”. Esto me sonó a Unamuno o a un tuberculoso de aquellos, no sé.

Así que hoy estoy muerto, rendido, con un dolor en los gemelos que ni cuando tengo partido; pero eso sí, tengo las putas camisetas de verano con los putos pantalones de verano, junto con las putas chanclas de verano, todo perfectamente alineado en mi puto armario.

¡El verano ya está aquí! Lo sé, lo noto, lo siento.

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