martes, 1 de mayo de 2007

TERCOS

En Galicia somos tercos hasta para morirnos. Nos gusta discutir por discutir y nos tomamos la muerte como algo natural que siempre nos está rondando. Total, al final, sabemos que todos formaremos parte de esa "Santa Compaña" que como procesión de los muertos vaga por los montes gallegos.

Mi madre nos llevaba a mí y a mis tres hermanos a hacernos la ropa a unas costureras, madre e hija, que vivían en la “Calle de los muertos”, llamada así por qué por allí suben hacia el Cementerio de Catabois todos los entierros de los ferrolanos fallecidos. La madre había comprado allí el piso para que su hija, que padecía de tristeza y languidez, se entretuviera con la contemplación de los cortejos fúnebres. Cuándo pasaba uno de aquellos entierros, le decía siempre a su hija a ver si se animaba: “Juanola, Juanoliña, ven ver que entierro tan bonito” a lo que su hija siempre contestaba recalcitrante: “¡Ca! no te me levanto”.

A mi lo que me impresionaba es que siempre acababan hablando de lo mismo; la madre, que había nacido en una pequeña aldea de Vigo, tenía la pretensión de volver allí para morir y ser enterrada en el cementerio de su pueblo, a lo que su hija se negaba. La madre siempre decía, con una terquedad propia de mejor fin “A Catabois no te voy y no te voy” a lo que su hija contestaba invariablemente, siempre con seguridad meridiana y sin levantar la vista de la costura “¡Arrea!, si vas”.

Por eso en mi casa, siempre que alguien se niega a hacer alguna tarea ingrata, suelta el inevitable: “no te voy y no te voy” a lo que mi madre, envuelta en toda la autoridad de que es capaz, pero muerta de risa, contesta con un “¡arrea si vas!”. Y vas, arrea si vas; por muy terco que te pongas.

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