sábado, 2 de enero de 2010

SIN DUDA

Un día antes de haber otorgado mi premio "Thiago-2009 al mejor blog" a "Fuertes del Mar" de Ant Waters, él me regaló otro de sus siempre geniales post, en parte inspirado o complementado por un post anterior mío que yo había llamado en su momento "El color del viento" (publicado en mi blog el 27 de abril de 2007). Ant tuvo una visión de una monja enfermizamente tirana, que se correspondía perfectamente con la madre Evangelina, una de mis profesoras de primaria, que me enseñó todo, todo... incluso lo que ella sabía. Y esta fue una de mis más duras lecciones, en la que aprendí a mantenerme firme en mis conocimientos y convicciones.

En fin, quede aquí este post, otro fruto de nuestra colaboración, para pasmo de las generaciones venideras. Teniendo en cuenta, además, que las mejores obras de la literatura universal han salido siempre de las enriquecedoras creaciones de dos o más autores como Ortega y Gasset o Grabriel y Galán, jajaja. Aquí os dejó con el post escrito en colaboración entre Ant y yo mismo. Bezos.

"Aquella mañana iba yo al colegio todo contento a pesar de que al llegar al portal empezó a llover como siempre; a menudo pensaba que el clima gallego me odiaba a mi personalmente, porqué siempre empezaba a llover cuando yo salía a la calle; varios años después comprendí que en Galicia llovía a todas horas, saliera yo a la calle o no.

Pero esa mañana iba todo contento, ya digo, porque me sabía la lección. El día anterior Sor Evangelina nos había enseñado los colores, incluido el negro que es la ausencia de todo color, - repasaba yo – y nos había enseñado también los fenómenos meteorológicos. Yo los conocía todos menos, quizás, las centellas, que nunca supe muy bien que ídem eran. El caso es que me sabía todo, había estudiado a conciencia como correspondía a un Legionario de María distintivo azul del Colegio "Las Discípulas de Jesús”. Me sentía contento y seguro.

Así que cuando Sor Evangelina se levantó de su asiento, y como un buitre con sus hábitos negros al viento se acercó a mí batiendo palmas, y lanzó su pregunta, no me preocupé demasiado:

- ¿De qué color es el viento?, Iago – preguntó poniendo especial acento en la palabra color.

- "Bueno" – dije yo, lleno de razón - "Madre, el viento no tiene color" – y me quedé tan pancho, seguro de mi mismo; la pregunta era fácil y me la sabía….

- ¿De qué co lor es el vien-to?, Iago - volvió a preguntar la Madre Evangelina marcando las sílabas y continuando con sus agobiantes palmadas que acompañaban sus palabras cada vez más cerca de mi cabeza….

- "Madre…" - contesté yo, ya un poco más inseguro – "el viento no tiene color"

Cuando oí por tercera vez la misma pregunta, formulada con todavía más energía y marcando bien las sílabas y con palmadas más fuertes - "IAGO ¿DE QUE CO LOR ES EL VIEN TO? - empecé a sudar copiosamente ya angustiado, sin saber que responder. Todo mi conocimiento científico, el que podría tener un niño de pantalón corto de primaria, se tambaleaba, y en un momento de inspiración acerté a farfullar:

- "El viento…, el viento…, no sé, madre, el viento será verde" – dije yo, pensando que si Galicia era verde, el viento que por allí pasaba a la fuerza sería de ese color… En ese mismo instante sentí un tremendo coscorrón en mi nuca mientras que oía gritar a la Madre Evangelina en medio de las risas de mis compañeros de clase – "Iago, ¡el viento no tiene color!" - aseguró, mientras yo pensaba que la lección había sido dura pero había valido la pena; y que a partir de aquel día debería mantenerme firme en mis creencias y que, en lo sucesivo, no debería fiarme ni de mi Santa Madre Iglesia."

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