sábado, 16 de enero de 2010

EL HIGADO GRASO

Por una de esas casualidades el otro día, después de leer en el blog de B.Lee que él difícilmente soporta a los que van de alegres y felices por la vida, aunque bien es verdad que se refiere a los que son exagerada y falsamente felices, o realmente lo que quieren es “parecerlo”; hablaba después con Xanti por MSN, y me dijo, -tras preguntarme que qué tal me iba todo, y yo contestarle que todo marchaba bien-, que yo era muy raro, que estaba siempre alegre y bien, que no contaba nunca ningún problema, ni enfermedad ni tristeza. Y que eso le daba cierta envidia.

La verdad es que tiene razón. Yo siempre he envidiado los post de Canalla, en los que era capaz de decir que tenía un forúnculo en el culo y se quedaba tan pancho. Pero yo nunca lo haría. También mi asistenta borracha cuenta siempre que está fatal de las “almorragias”, pero yo no sería capaz de contarlo. Jamás me oiréis decir que tengo una simple diarrea, incluso. Bueno, miento, el verano pasado en la comida familiar me cogí una salmonelosis que me tuvo diez días en casa y lo conté si mucho pudor. Y también cuento mis gripes o catarros. Pero, realmente, no me gusta hablar de enfermedades, tristezas, ni de dinero. No sé si es una postura elegante o idiota. Pero lo siento, soy así. O así era.

Porque no sé cual de nuestros intelectuales, - algunos me dicen que Benavente, otros que Torrente Ballester-, fue quien a la pregunta de un periodista que le dijo que bien se le ve maestro, joven, felizmente casado, triunfante, con dinero; respondió algo así como que no se crea señorita, ando con unos achaques terribles de la espalda… Aunque no era verdad, claro. Lo decía para evitar así la envidia de sus colegas escritores, siempre tan poco inclementes con los éxitos de los demás. Pues bien. yo he decidido que. a partir de ahora, a todo el que me pregunte diré que tengo el hígado graso; aunque, por supuesto, el hígado lo tengo fenomenal. Pero me parece una dolencia bastante fina – del hígado se saca el paté al fin y al cabo- y suficientemente misteriosa y preocupante como para dar un poco de pena y evitar envidias. Que con la que está cayendo ser feliz y sano no es literario, y hoy no está bien visto, por lo visto; valga la redundancia.

Así que ya sabéis, si a partir de ahora me preguntáis qué tal estoy, siempre diré que esto del hígado graso me está matando, que esto no es vida, que no puedo beber alcohol ni tomar sal. Lo que me evitará, además de vuestra envidia, tragar botellones asquerosos de calimocho y hamburguesas asesinas.

Aunque a mi lo que me gustaría de verdad es ser tuberculoso. Pero para eso hay que hacer oposiciones a intelectual, y eso de momento está descartado, jajaja. Bezos.

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