martes, 20 de octubre de 2009

AYER FUI AL TEATRO: "La casa de Bernarda Alba"

Ayer fui al teatro…, jajaja.

Nos llevaron a lo que se llama pomposamente “un espacio escénico”. Fuimos al Matadero a asistir a la representación de “La casa de Bernarda Alba”, la inmortal obra de Federico García Lorca, con Nuria Espert y Rosa María Sardá en los papeles principales, dirigidas por Lluis Pasqual. En fin, como se puede comprender, de lo mejor de la escena española. Y ya no digo nada de la obra, un monumento en contra de la intolerancia y la represión, ya ampliamente conocida por todos.

Bueno, no puedo decir que el sitio no sea curioso. Es un teatro muy original en el que se ha aprovechado, efectivamente, las instalaciones de los antiguos mataderos que se encontraban muy cerca de la plaza de Legazpi de Madrid. Tuve ocasión de circular por la que antes era la M-30 y ahora es la calle 30 (¡gran imaginación han tenido al cambiarle el nombre!) y pillarla, además, con una de esas inundaciones que la hacen famosa: ¡Siete mil millones de euro y cada vez que caen cuatro gotas se inunda!

En fin, al lío. El teatro ya digo que es cool. Lo más cool que he visto en teatros: grandes espacios en negro y gris, asientos como de cartón en la entrada, un enorme bar con las mesas dispuestas, como si fuera un cine, en escalera, etc. Si no te sientes moderno en ese ambiente es que no estás vivo. Y la función también empezó con moderneces. El escenario está en medio y hay espectadores en gradas a ambos lados de lo que parece una caja de zapatos blanca. Todo muy blanco, muy frío, muy cool repito. Eso si, con las inevitables cortinitas que ponen en toda obra de teatro que se precie, esos telones finos y transparentes que usan en muchas obras para proyectar escenas ad hoc. Pero lo malo de estos espacios modernos que dicen “de encuentros, reflexión y difusión de nuevas propuestas” (¡toma ya!) es que al caer una chupa de agua como anoche, el ruido de la lluvia contra el tejado de uralita vista impidió, en muchos momentos, oír a las actrices.

La representación empieza, claro, con el duelo y el velatorio con todas las vecinas llorando fingidamente la muerte del marido de Bernarda. Y es el único momento brillante de la representación. El resto es un espectáculo sin vida, sin tensión dramática, sin emoción. Ni un sentimiento me produjo asistir a esta versión de la inmortal obra– desde luego el texto de Federico no tiene la culpa-. Y es que Nuria Espert me parece que está patética. No me gusta mucho como declama, con esa manía de dejar en suspenso la última palabra de cada frase. Pero es que, además y dios me perdone, estuve mas pendiente toda la obra de que no se le fuera a caer la dentadura postiza… Está mayor, no transmite, no parece una autoridad enérgica e intransigente que el papel pide. Creo que Rosa María Sardá, desprovista de su comicidad, está mucho mejor en el suyo de Poncia, y que, por supuesto, haría una Bernarda mucho más sólida.

No sé, yo no entiendo tanto, soy un aficionadillo que va al teatro con un grupo de antiguos alumnos de mi instituto a mitad de precio, y decir que Nuria Espert no te gusta puede ser una barbaridad inconoclasta. Puede que mi opinión no valga nada. A la mayoría de la gente le pareció bien o lo parecía, y aplaudieron mucho al final, no sé si porque les gustó la representación o por el morbo de contemplar a un mito viviente en la que, tal vez, sea su última presencia sobre un escenario. A mi me pareció poco más que una zarzuelita, una representación menor, sin pizca de emoción ni dramatismo, que no me ha transmitido nada. ¡Una pena! Y ni siquiera el hecho de que entre los espectadores estuviera Paco León me sacó de mi aburrimiento. ¡Que desperdicio! Bueno, menos mal que vamos a mitad de precio: teatro, 16,5 euros; una ronda de 4 cañas y una ración de lacón a la gallega, 8,5 euros. Total: 25 euritos, que en contra de lo que parezca no los doy por mal empleados. Es un espectáculo cool en un sitio cool. ¡Pues hay que estar ahí!

Bezos.

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