lunes, 5 de enero de 2009

LA SONRISA DE UN NIÑO (Epifanía)

A Canalla (*)

Hace poco publiqué un post que a mi particularmente me parecía genial. Estúpido es decir que me parecen geniales todos los míos, sino no seguiría posteando. Pero ese post en particular, denominado “Payaso” lo sentía como especialmente tierno y personal, y a pesar del estilo ampuloso y grandilocuente que me sale cuando quiero escribir pretendidamente “en serio”, yo puse mucho de mi alma y de mi corazón en él. Sin embargo, fue curioso la reacción suscitada, pues no solo los lectores “no fueron conscientes” de estar ante un post genial (jajaja) sino que, además, muchos de los comentarios fueron una dirección que yo no esperaría jamás: “no aguanto a los payasos”.

¿Pero cómo puede ser eso? Para mí no hay personaje más entrañable, más amoroso, más noble y sincero. Y sé que es un lugar común hablar del payaso triste que, deshecho por dentro y desgarrado su corazón por una tragedia reciente, debe salir de nuevo a la pista a hacer reír a los niños, porque el espectáculo debe continuar. Pero es que ser payaso, hacer reír, despertar la ilusión y conseguir que aparezca una sonrisa en la cara de un niño me parece la tarea más bella que se puede realizar. Yo adoro a los payasos. Ni los héroes de cuento, ni los súper héroes de las películas, ni los más simpáticos personajes de videojuego, ni el animal más fiel y cariñoso iguala en mi aprecio al cariño y el amor que despiertan los payasos en mí. Tal vez porque reír es lo segundo que mas me gusta en mi vida, solo después de hacer el amor. Se que hoy los payasos han sido exageradamente prostituidos por la publicidad y hasta el cine se ha encargados de desprestigiarlos (¿conjuración triste-judeo-masónica?) con historias de payasos asesinos. Y que hoy muchos de los personajillos que pueblan esos programas del corazón de televisión tan denigrantes, se insultan entre ellos, arrojándose la palabra “payaso” como el peor de los insultos. ¿Cómo se ha llegado a esta situación cuando llamar a alguien payaso debería ser el mayor y el más dulce de los halagos?

Por eso, yo que tengo alma de payaso, y que ejerzo de payaso en mi blog, pues son innumerables la veces que desangrándome por dentro por la soledad o el desamor, he tenido que publicar un post alegre y desenfadado, por continuar con mi papel en la blogosfera, y más después de saber que tantos lectores buscan en mi blog la sonrisa que a lo mejor yo me niego a mi mismo, no puedo de dejar de admirar la labor que realiza una organización, de la que desconozco su ideología, que se denomina “Fundación Theodora”. A esta fundación llegué buscando una imagen para aquel post.

La Fundación Theodora se dedica a enviar a jóvenes vestidos de payasos a visitar a niños enfermos en los hospitales. Nada me parece igual, ni más bello ni más solidario. Y si no fuera mi proverbial miedo al ridículo y mi poco histrionismo en la vida real, me encantaría poder colaborar con ellos. Hoy que sabemos que los Reyes Magos no existen, para conseguir la sonrisa de un niño siempre nos quedarán los Payasos.


(*) NOTA: Un día Canalla me retó a conseguir un post de otro estilo, un post serio y solidario, alejado de mis diarias mamarraxadas, un post que hoy quiero ofrecerle aunque sea tan modesto como éste. A pocos días de que parta para Londres, aquí quiero dejárselo, como parte de una deuda que con él tengo, y que hoy empiezo a pagar. Espero algún día, por parte de este niño payaso que hoy sonríe a pesar de quedarse muy triste por dentro, poder pagarle el resto de la deuda. Canalla siempre ha sido canela para mí, nunca veneno.

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