sábado, 15 de septiembre de 2007

LO HAGO PORQUE ME GUSTA

Cuando conocí a Pablo hacía poco tiempo que me había atrevido a salir por el ambiente de Chueca, movido por la curiosidad y la libertad que la gran ciudad ofrece. El sitio donde le conocí era uno de los sitios gay más conocidos de Madrid no por su cuarto oscuro, sino por la música pachanguera que pinchaban en la planta baja y los numeritos que en la pista de baile se montaba. Aunque para llegar a la discoteca – hoy desbancada por sitios como Cool, LP o incluso Spank o Elástico- había que pasar previamente por la zona donde se desarrollaba un extraño trapicheo entre jovencitos y maduros. Cuando entré por primera vez allí, pensé al ver tanto chico joven y guapo con señores mayores que el ambiente gay era tan peligroso en Madrid que todos los maricones salían a ligar con sus padres de carabina. Pero no era eso.

En cuanto bajé las escaleras y vi a Pablo bailando en medio de la diminuta pista me pareció el chico más atractivo que había visto nunca, completamente distinto a todos los que yo conocía de Coruña; es más, yo pensaba que no existían chicos así, que solo se veían en las pelis porno americanas. No era muy alto pero era guapísimo, con el pelo rubio muy cortito y engominado, se parecía a Marlon Brando. Llevaba un pantalón negro y una camiseta negra y blanca con una cremallera que tenía medio abierta, enseñando unos pectorales muy marcados en los que se podía adivinar un pircing en cada pezón. Tenía una pinta recia y masculina pero moderna, con un pendiente de brillantes en cada oreja; ese look que a mí me volvía loco por entonces y que he dado en llamar “macho pero adornao”.

En seguida se puso cerca de mí sin parar de mirarme. Supongo que se me notaba en mi cara de idiota que yo era nuevo en aquel ambiente. Yo no sabía cómo actuar y apenas le miraba a él, fijando mi vista en la gente que se bailaba al inevitable ritmo de Madonna. No sabía cómo empezar una conversación y mucho menos ligar, e incluso llegué a pensar si sería uno de aquellos profesionales que tanto abundaban en la planta de arriba. Pero cuando se acercó a mí y me susurro al oído un - “hola, ¿eres nuevo por aquí? Sácate la camiseta” me quedó claro que yo le interesaba, aunque no dejó de sorprenderme su petición. Luego me aclaro muy bajito, mientras me metía la lengua por la oreja, que era para bailar en la pisa sin camiseta, donde montamos un pequeño número que algunos no dudarían en llamar típica y directamente de “calientapollas”.

Después de estar un buen rato bailando como digo en la pista, con él muy suelto y yo muy cortado, me di cuenta de que estaba presumiendo de conquista. En el ambiente un chico nuevo, como era yo, se cotiza. En la barra no paró de masturbarme sin sacarme el pantalón y yo, ya más suelto y más caliente, también le metí la mano por dentro del suyo hasta alcanzar su redondo y firme trasero. Estuvimos magreándonos en aquella barra al lado de la pista a la vista de todo el mundo. Quizás de ahí me viene a mi ese toque exhibicionista que hace que me vuelva loco montármelo en la playa al orilla del mar aunque haya gente mirando, o igual ese extraño placer ya me venía de antes, no estoy seguro. Pero cuando me dijo si me iba a su casa con él, que vivía muy cerca, sentí una sensación próxima al alivio. Fuimos hablando por el camino lo que hizo más fácil todo. Su apartamento era pequeño pero estaba bastante limpio, aunque desordenado; había un montón de ropa tirado por todas partes, lo que me indicaba que Pablo era presumido y se había estado probando distintos atuendos antes de salir buscando el look más sexy.

Cuando Pablo se desnudó, no me pareció que tuviera tan buen tipo como prometía vestido, pero esa sorpresa me la he llevado más veces con otros chicos y no me refiero a lo que todos pensamos. Tenía unas piernas un poco torcidas para mi gusto, pero no como los futbolistas, sino sin forma definida y un poco rara. Y su piel era un poco blanca de más, aunque bastante suave.

Sin muchos miramientos nos desnudamos los dos y nos acostamos en su cama, una cama enorme de matrimonio. También desde aquel día me quedó un gusto por las grandes, tamaño “king size” a poder ser (y sigo hablando de la camas ¡eh!); yo soy de mucho movimiento en la cama. Pablo, por supuesto, resultó tener mucha más experiencia que yo. Él sabía cómo colocarse, como poner su trasero para que yo se lo comiera, o como retorcerse para meterme la polla en la boca. Pero a la hora de la verdad resultó ser pasivo.

Claro que para mí era mejor así. Hasta la fecha mis escasos intentos por meterme cualquier cosa habían sido negativos. Así que acabé poniéndome el condón y follándolo yo en una postura bastante clásica, la del misionero. Finalmente nos corrimos los dos y entonces Pablo hizo algo que no olvidaré jamás: recogió con la mano su propio semen y se lo llevó a la boca. Entonces me dijo en un tono muy solemne: -“Muchos me preguntan por qué trago mi propio semen” y cuando yo súper intrigado esperaba una respuesta llena de morbo y misterio, me dijo simplemente cargado de razón: -“Lo hago porque me gusta”.

Ese día me marché de su casa un poco avergonzado, culpabilizándome por haber hecho el ”amor sin amor” que en aquella época me parecía lo peor. Sensación que hoy tengo superada después de leer a García Márquez decir que todos nacemos con los polvos contados. Así que no hay que desperdiciarlos, digo yo. Así que siempre que lo he vuelto a encontrar follaba con él. Tenía un detalle conmigo que me gustaba: aunque no tuviera puestos los anillos en los pezones, se los colocaba porque sabía que a mí me gustaba mordísquearlos con aquellos aros allí colgando. Pero habiendo química para el sexo, sabía que nunca llegaríamos a nada pues no había compenetración para el amor. Y de hecho, me dio su teléfono pero nunca lo llamé.

Saliendo más tarde con Ángel, mi ex novio hétero, lo volví a ver alguna vez, pero ya ni me saludaba. Eso me extrañó; hasta que Ángel me contó colorado como un tomate y algo confusamente que Pablo, que por cierto resultó no llamarse así, sino I., había estado detrás de él durante una temporada. ¿Curioso, no?

Como digo yo siempre: si el mundo es un pañuelo, el ambiente es un moco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario