martes, 18 de septiembre de 2007

LA SOLEDAD DEL HUEVO


Una de las situaciones más divertidas de este verano en mi casa se da a la hora de comer. Tenemos invitado al novio de mi hermana y la pobre está locamente enamorada y sabe que a los novios se les gana por el estómago. Bueno, no me extraña que esté tan loca por él, porqué el chico es majísimo y yo mismo si no fuera el novio de ella, estaría feliz de ponerlo mirando a la lámpara.

En cuanto nos sentamos todos al grito de Manuela de “todo dios a la mesa” como ya conté en un post anterior, es gracioso ver como ella se ocupa de su chico y como al llegar los filetes a la mesa, separa el mejor y más grande para ponerle a su novio en el plato. Antes de que se sirva nadie ya está ella mirando la fuente a ver cuál es el que le puede gustarle más: “Ponte este, mira” y le coge, naturalmente el más grande y hermoso, antes de que se sirvan los mayores incluso; y él se deja querer. Yo me río, porque ¿qué voy a hacer? Está loca por él y es normal. A mí me conmueve y emociona tanto cariño y desvelo hasta que me dan ganas de llorar pensando en la posibilidad de que sea yo algún día el que escoja el mejor bocado para mi novio. Supongo que será una pelea a muerte por el filete… jajaja.

Ayer la cosa llegó al colmo y rozó casi el ridículo. Había croquetas para comer y cuando nos sentamos en la mesa en el jardín había en el sitio en que se sienta mi futuro “hermano político” un plato con un huevo frito. ¿Os imagináis la soledad de un pobre huevo frito en un plato en una mesa en que se van a sentar quince personas? Patético.

Cuando mi hermana vió todas nuestras caras de escepticismo no exentas de cachondeo, nos explicó confusamente con el rostro arrebolado de púrpura que era el huevo de C. Yo no pude reprimirme lo confieso, y hoy me arrepiento, pero no pude dejar de soltar el típico chiste que me puso tan a huevo “¿Cuál, - le pregunté, el derecho o el izquierdo, supongo que mañana nos enseñará el otro”. Mi hermana me dirigió una mirada de odio que me ha dejado acojonado y creo que si algún día entra mi novio en casa a comer tendré que vigilar tanto la posibilidad de una venganza como la de un envenenamiento. ¡Estás avisado!

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