lunes, 1 de septiembre de 2008

REGENERACIONISMO FRENTE A CONSERVADURISMO

En verano en casa de mi abuela conviven dos visiones distintas de la vida. Y son dos posturas irreconciliables: la de mi madre y la de mi tía. Claro, ser tantos en verano en casa de mi abuela – a veces somos dieciocho a comer, y nunca menos de quince, - es divertido pero tiene sus inconvenientes. Cada una de las dos madres de familia, cuñadas entre ellas, quiere imponer su visión doméstica. Eso si, por la buenas, gracias a dios.

Una de las cuestiones diarias más peliaguda se da cuando por las tardes, apenas levantados de la mesa, alguien pregunta qué vamos a comer mañana. Ahí empiezan los líos. Tenemos una asistenta, claro. Pero a ninguna le gusta como cocina. Pero mientras mi madre piensa que en un mes y pico que estamos hay que ser prácticos, no venir a hacer las comidas de nuestra vida justo en vacaciones y cocinar cosas sencillas que no den mucho trabajo, y recurrir a comidas preparadas, etc. Mi tía, viene pensando en comer todo lo que no come en el año que pasa fuera de Galicia: pescados buenos, mariscos caros, etc.… Claro, siempre pensando que la comida la paga mi abuela.

Sin embargo, mi madre es digamos más despreocupada en las cantidades. A mi madre no le importa que sobre comida; es más, lo agradece. Le es igual que alguien deje tortilla o filete empanado; pues piensa, con buen criterio, que alguien se lo comerá al día siguiente. Mi tía se pone mala si sobra algo de comida, se pasa el día preguntando cuántos filetes comeremos cada uno, o cuántos huevos fritos. Y si has dicho que tres, te tienes que comer los tres o te pone a caldo. Se pasa todo el verano diciendo que ha sobrado paella o lentejas y que “hay que apuntarlo” para que el año que viene pongamos menos cantidad. Algo que nunca ocurre, pues en vez de ir a menos, cada vez somos mas en casa, incluyendo cada nuevo verano, nuevos novios de mis hermanas, y ahora a veces los míos. Por supuesto, mi madre jamás apunta nada, claro.

Este año como hacía tan mal tiempo, hemos tenido que comprar un toldo tamaño familiar para poder seguir comiendo fuera al aire libre. Con sombrillas ya no podíamos resguardarnos los dieciocho. Mi madre, es partidaria de que el toldo se quede puesto todo el año, pase lo que pase y que, para lo que costó, no vale la pena desmontarlo cuando acabe el verano. Mi tía quiere protegerlo a todo trance. Ya estaba pensando en poner por encima un plástico para resguardar a ese toldo de la lluvia de la que se supone debe protegernos a nosotros. Y lo quería sujetar con pinzas de la ropa. Mi tía todo lo soluciona con pinzas de la ropa. Y se pasa la tarde doblando las bolsas del Carrefour, haciendo unos triangulitos diminutos, pues dice que así se guardan mejor y luego sirven para la basura.

Bueno, yo entiendo que la postura de mi madre es, quizás, menos respetuosa con el medio ambiente, pero desde luego más vitalista y pacífica. Vivir todo el verano con un control conservacionista es algo que puede amargar las vacaciones a cualquiera... Delicias de familia.

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