domingo, 14 de septiembre de 2008

LA SUERTE DE LAS PEQUEÑAS COSAS... (con Interactivez dentro)

A raíz de mi post anterior “Lo que surja” alguien me dijo que había tenido mala suerte. Bien, yo creo que no puedo quejarme de la suerte. Agraciado físicamente y, lo más suertudo, futuro intelectual, tengo la suerte de haber nacido en el primer mundo, que no es poca cosa. Bueno y de tener un rabo de 19 cm. (aunque esto es otra cosa, es la suerte de las grandes cosas, claro jajaja). Así que no me quejo. Pero ya conté anteriormente que a nuestro vecino le han tocado 3 millones de euros en la primitiva. Yo una vez que compré un décimo de navidad y solo me falló un número, pero era el último; con lo cual no me tocó nada. Dicen que esa es la peor suerte: estar cerca de la suerte pero no llegar a catarla; como si te ponen el rabo de Edilson delante y no te lo puedes comer. Pero no me voy a quejar de eso, la lotería y esos juegos de azar (y si me apuras los tíos como Edilson) deberían tener una lista de espera en la que apuntarse, porque como dice mi abuela, la fantasma: ¡siempre le toca a los mismos!

Pero tengo mala suerte en lo que podríamos llamar pequeños detalles. Tonterías. Y no me refiero a las típicas que todo el mundo “se cree” que tiene: me cambio siempre al carril de los tontos, cuando me pongo en una caja en el supermercado es la más lenta, y cuando llego al metro siempre se me cierran las puertas en las narices. Yo me refiero a cosas tan tontas como esas, pero que creo que sólo me pasan a mí.

Por ejemplo, salgo de casa sin haber quedado y voy al bar donde nos encontramos siempre. Pues llego y no hay nadie. Vale, puedes tontear con alguien o hacer nuevos amigos, no tengo problemas de sociabilidad; pero nunca aparecen mis amigos. Y cuando ya cansado me largo y estoy lejos, recibo una llamada “acabamos de llegar ¿dónde estás?” Pues mamón, me estoy largando cansado de esperar. Sin embargo mi amigo Miguel siempre se encuentra a alguien; lo odio.

Estoy parado en un semáforo en el coche y en un carril paralelo al mío se para el tío de mi vida; el chico más guapo que he visto nunca, no se mete el dedo en la nariz…, y ¡además me está mirando! Pues de repente, llega un autobús y se coloca en el medio, impidiéndome seguir con el juego de las miraditas. O estoy ligando con un pavo en una terraza, no deja de mirarme, parece que se anima a venir a hablarme… pues en ese momento llega su amiga y tiene que largarse corriendo, poniendo cara de "lo siento tío, otra vez será...".

Llego a una cola y está petada. Me coloco el último, claro. Pues después de mí ya no se coloca nadie más, ni siquiera la típica abuelita que quiere hablar con quién sea. Soy el último hasta el final; y cuando llego a la ventanilla, se escoña el ordenador. Nada que hacer, lo siento, no tengo línea.

Voy a comprar una camisa que me vuelve loco y no la encuentro por todas las zaras del centro. Entonces me voy, no sé, a Parquesur por poner ejemplo de un zara atomarpolo. Por lo que me cuesta el viaje y el parking me compraba una de Valentino. Llegó y allí está la camisa deseada. Me abalanzo sobre ella como si fuera la última del mundo… Y efectivamente es la última y de mi talla, pero además está manchada, tiene el bolsillo roto y le faltan dos botones ¡Me cago en Inditex! ¿Sigo o lo dejamos por hoy?

Y ahora la Interactivez: tú ¿tienes suerte en esas pequeñas mierdas de la vida? Cuéntanos uno de tus casos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario