miércoles, 24 de septiembre de 2008

GUAPO

Fue un amor sin sentido, sin explicación, un amor oral. Y no porque practicáramos ese tipo de sexo, no; sino porque fue un enamoramiento por la palabra; primero escrita y luego hablada. Un amor teatral con público incluido.

Era muy simpático, el más. Sus post eran malditos pero únicos. En aquellas palabras aparentemente sin sentido, más que escritas, escupidas, ardía una pasión que no he vuelto a encontrar en nadie más. Una genialidad tan repugnante como atractiva. Lo amé casi al instante.

Lo amé aún sabiendo que no podía ser guapo. No podía ser atractivo alguien tan inteligente, no sería justo para los demás mortales. No podía estar dotado de todos los dones, aquellos por los que todos suspiramos en vano: inteligencia y belleza. Además él se encargaba de rebajar mis expectativas. Siempre agudo e irónico, siempre descreído, siempre escribiendo sobre aquellos oscuros temas que remitían al lector al asco y a la nausea. Tuve que hacer un gran esfuerzo para discernir lo que en él era realidad de lo que era literatura.

Pero aún sabiendo que su vida no era tan negra, tan llena de alcohol y drogas, tan maldita como me hacía creer, era imposible sustraerse a esa sensación de sentirte atraído hacía su peligroso lado oscuro, y al mismo tiempo evitar imaginarlo feo, sino espantoso. Para colmo, él presumía de pocas virtudes físicas, todo lo contrario de lo que haría cualquiera, dadas las circunstancias. Diríamos que se sabía seguro de mi enamoramiento, asombro y admiración. Pero de hacerle caso era poco más que un pobre tullido, enfermizo y agotado por tantos excesos y desvaríos. Empezar a hablar con él no me tranquilizó. ¿Entonces por qué estaba tan enamorado de él? Pues porque cada frase suya era una poesía; sus escritos magisterio, su inteligencia luz, su ingenio agua de vida para mi inspiración.

Tendí a idealizarlo. Lo idolatraba. Para mí, a pesar de sus destructivas autodefiniciones, estaba adornado de todas las virtudes que yo soñaba en el hombre de mi vida; ese que todos imaginamos. Alguien con quien poder hablar, con quien poder reír, ese amor que colmaría mi cuerpo y mi alma de pasión y libertad. Alguien para el que un amanecer fuera algo más que un nuevo día, y cada noche algo más que un misterio nuevo bajo la luna de la locura. Y aunque rana, yo estaba dispuesto a darle el beso que lo convertiría a mis ojos en el príncipe.

Es triste saber que, aunque fuera feo como él decía, no iba a encontrar ya tal vez en mi vida un ser tan excepcional; sabía que era ese amor que solo pasa una vez bajo tu ventana, ese tren que no se puede dejar escapar. Y sin embargo...

Entonces le vi. Y encima era guapo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario