domingo, 9 de noviembre de 2008

MARCOS

A TugaWillis del blog LusoBoys.
Conocí a Marcos poco antes del verano pasado. Marcos era bisexual y tengo que decir desde ahora mismo que nunca llegamos a hacer el amor. Creo recordar que apenas nos dimos unos cuantos besos y poca cosa más. Y sin embargo estuve loco por él, y tuvimos una relación muy especial, que trascendió la mera amistad para sublimarse en un amor imposible.

Marcos era un caso raro, por decirlo de alguna manera; era monísimo, ideal. Era portugués, pero tenía un físico absolutamente nórdico: rubio y menudo aunque muy bien proporcionado, con un cuerpo fibrado y perfecto, tenía una cara bellísima y moderna con unos brillantes ojos azules que te desnudaban. Y llevaba su precioso pelo rubio largo que recogía siempre en una especie de moño o bajo una visera para bailar. Y bailaba mucho. Le encantaba bailar. Marcos llamaba la atención en donde estuviera y eso a él le excitaba sobremanera.

Antes de conocerle yo le había visto una o dos veces en Ohm bailando en la pista de aquel modo espectacular suyo; sin camiseta siempre, con el pantalón tan bajo que dejaba ver no solo la goma del slip, sino los pelos del pubis. Yo no lo vi, pero alguien afirmó, mientras todos lo mirábamos embobados, que alguna vez había estado bailando subido en una tarima con la polla de fuera. El afirmaba que era bailarín y que buscaba trabajo.

La primera vez que me habló fue para pedirme su cazadora vaquera que había dejado cerca de mi asiento cuando se marchaba, después de estar bailando en la pista del Ohm con alguna chica mientras yo lo miraba. Un día que estaba yo con un amigo llamado Alejandro, pasó por nuestro lado con otro chico al que Alex conocía. Entonces nos lo presentó. Acababa de bajar de la pista y se le veía desaliñado, incluso olía un poco a sudor, pero a pesar de todo estaba muy deseable, pues siempre iba vestido con mucha gracia; y su aspecto de joven nórdico, moderno, sudado y sexy era algo irresistible. Era la atracción de la discoteca, pero él se puso a mi lado casi inmediatamente, y empezamos a charlar. Creo que fue en ese momento, al ver cómo me miraban aquellos increíbles ojos azules, que nos dimos los primeros besos.

Como todos nosotros tenía una historia que contar. Su padre era, efectivamente, nórdico, sueco creo que me dijo. Él vivía con su madre y sus hermanos en Portugal, y se había venido a buscar trabajo bailando aquí en España, que parecía más fácil ahora que había tantos musicales; mientras, vivía con un amigo. Pronto me preguntó si quería salir de allí e ir con él a tomar algo, que me invitaba. Fuimos a un bar, no muy lejano, a tomar unos bocadillos. Allí me soltó un rollo apenas entendible mientras yo me meaba de risa, atontado, enamorado ya, escuchando sus historias. Me intentaba prevenir, creo, del ambiente de su país e intentaba transmitirme la necesidad de tomar precauciones si viajaba a Portugal a ligar. Parecía más joven que yo de aspecto, a pesar de tener ya 23 años, pero era súper protector. Me hablaba de delincuencia y sexo en un incongruente discurso del que yo no entendía ni papa, pero me aseguraba que con él nunca tendría nada que temer. No paraba de hablar y hablar sin que yo pudiera meter baza, ni entendiera nada, a pesar de ser gallego. Fue divertidísimo, estar observando aquella bella cara de dios nórdico hablando en un extraño idioma que yo no conseguía entender. No sé si podéis comprender ese momento, pero me parecía estar en el cielo, para mí era como un milagro que casi hacía que me saltaran las lagrimas, al contemplar su belleza y el énfasis que ponía en lo que me estaba contando. No sé, es que a veces no esperas que algo tan bello, aún encima, hable.

Cuando acabamos de cenar volvimos a Ohm y le quise invitar yo a una copa, pero solo me aceptó lo único que él tomaba: bebidas isotónicas. El caso es que pronto se estableció una relación de amistad muy curiosa y muy fuerte. Siempre estábamos juntos. Y aunque no quedáramos, en cuanto me veía por alguna de las discotecas que frecuentábamos ya no se separaba de mí. Cuando salía a bailar me pedía que le guardara la camiseta o me la lanzaba desde la pista, pues seguía bailando siempre sin ella. Cuando no bailaba estaba siempre conmigo, hablando y hablando sin parar. Nunca intentaba ligar con nadie más, ni hombre o mujer. Éramos más que amigos pero menos que novios. A mí la situación me volvía loco.

Como ya empezaba el calorcillo, por las tardes me lo encontraba a menudo en las terrazas de Chueca, y en cuanto me veía dejaba a quien fuera para venirse a sentar conmigo. Nos besábamos con bastante pasión allí sin ningún complejo atendiendo, supongo, a cierto componente exhibicionista de ambos. No sé quién de los dos estaba presumiendo más de novio. Durante ese tiempo nos vimos con frecuencia, éramos inseparables, íbamos a todos lados juntos y cuando cerraban las discotecas que frecuentábamos aun nos íbamos a las sesiones matinee de Fabrik o algún otro after. Allí seguíamos haciendo lo mismo, estar juntos, hablar mucho, y mientras el bailaba, yo le guardaba su camiseta sudada. Solo un día ligó con una chica en mi presencia, con una atractiva y sexy y un look muy especial. Pero siempre me quedó la duda de si fue una venganza porque yo había ligado previamente con su hermano, un imponente tatuado de cabeza rapada y aretes en las orejas. Y es yo quería comprobar hasta qué punto se pondría celoso y si a pesar de no tener ningún compromiso – ni siquiera habíamos hablado de ello- Marcos reaccionaría. Ese día me quedé yo más jodido que él, por supuesto; pero si a alguno de los dos nos pareció mal lo hecho por el otro, nos cuidamos mucho de decir nada.

Unos días después, sin embargo, al salir de Cool, me preguntó cuándo le iba a dedicar un día a él. Y yo le contesté alegramente que “hoy mismo”. Pero eran las cinco de la mañana, yo estaba cansado y al día siguiente tenía partido. Además él tenía la intención de venirse conmigo a dormir, pensando que yo estaba solo en casa. Así que tuve que decirle que yo no podía quedarme, y que teníamos que dejarlo para otro día. Me dio unos tremendos besos, unos besos que a mí me parecieron más cargados de pasión que nunca, unos besos furiosos y cálidos que me volvieron loco. Fueron como una promesa de amor celestial, el paraíso… Recuerdo que tuve que hacer un ejercicio de voluntad para marcharme y él se volvió a Cool a seguir bailando, supongo.

Poco después cometí una equivocación. Yo estaba lanzado y me resistía a marcharme de vacaciones dejándolo solo en Madrid, y se me ocurrió decirle que se viniera conmigo a surfear a Coruña. Me preguntó si iba sólo en mi coche y le dije que sí. No me contestó al momento pero se quedó pensativo. El caso es que a los dos días, me sorprendió diciéndome que sí, que se venía conmigo de vacaciones, que total no tenía nada que hacer en Madrid, y que nadie le importaba ya. Por un lado me llenó de orgullo el pensar que se quisiera venir conmigo, pero por otro lado me eché a temblar, pensando cómo explicar su presencia delante de mi familia. Y aunque por un momento me recreé imaginando el impacto de su presencia en Coruña, por otro lado pensé que todo el mundo se daría cuenta de los que éramos: casi una pareja. Así que los últimos días de julio anduve un poco escapado, luchando entre las ganas de verle y el pánico a darle explicaciones... La verdad es que él sí que se portó como un auténtico caballero; pues cuando me veía con mis amigos en las terrazas, me decía que quería hablar conmigo, pero no insistía y esperaba con paciencia a que yo los dejara. Cuando yo podía escaparme, nos íbamos juntos a darnos el lote a cualquier sitio, pero nunca me preguntaba por el viaje.

Evidentemente no me fui con él de vacaciones. Pero no dejé de pensar en él ni un solo día del mes de agosto. Cuando volví, a finales de ese mes que marca el regreso, apenas lo volví a ver un día en Cool. No me hizo ningún reproche, aunque había tristeza en su mirada, tal vez decepción. Y sentí como si estuviera esperando que yo volviera para desaparecer él, una manera de hacerme más difícil la inevitable y definitiva separación. Sentí como si me hubiera traicionado en mi ausencia, pero ya no fuera capaz de hacerlo en mi presencia. Fue la última vez que le vi y lo siento. Estaba tan sexy como siempre; aún conservo en la retina la visión de su orgulloso y bello cuerpo, bailando en la tarima una vez más sin camiseta, adorable, deseable. Ese día me comió la polla en los baños.

A veces, todavía hoy, me asalta su imagen, y me arrepiento de no haber dejado todo por él, de no haber sido más valiente y haber apostado por aquella relación a la que no le pusimos nunca nombre, ni llegamos a consumar. Pero aún así lo recuerdo con cariño, como un amante perdido, y ese recuerdo me acompañará para siempre.

Lo último que supe de él, es que se había liado con una transexual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario