jueves, 10 de abril de 2008

MINETTI, RITTER, DENE, VOSS

No, nos os asustéis, no es que me vaya a jubilar, entre otras cosas porque malamente me puedo jubilar si aún no he empezado a trabajar. Ni siquiera voy a jubilarme de bloguero, lo siento por mis detractores. Solo es una obra de teatro: "Ante la jubilación"

Tan poco afortunado título es el de la última obra que fuimos a ver el otro día. El título original es: ”Ante la jubilación. Minetti. Ritter, Dene, Voss” que no se qué carallo querrá decir, pero me parece más expresivo. Y digo fuimos, porque ya dije que pertenezco a una pandilla que vamos con frecuencia aprovechando que como grupo pagamos la mitad del precio de la entrada. Bien es verdad que nos suelen dar entradas para los días que hay futbol internacional en la tele, que se ve que el futbol quita espectadores al teatro, lo que desmiente el mito de la brutalidad del futbolero. El otro día fue cuando el Geta asombró a Europa empatando en Munich con el Bayern, ese equipo que tiene nombre de aspirina.

El caso es que yo fui a la obra un poco mosqueado, tengo que confesarlo. Pero luego salí encantado. Es una obra fuerte de un tal Thomas Bernhard, un autor austríaco muy crítico con su propio país y con su pasado contemplativo con el nazismo.

La obra trata de tres hermanos que celebran todos los años el cumple de Himmler (no Hitler, Himmler). El hermano, hoy un juez respetable (en seguida me vinieron a la memoria varios de España) tiene un pasado colaborador con el exterminio de judíos. El pasado le pesa como una losa en su conciencia, pero él no lo quiere asumir y celebran este extraño cumpleaños entre comidas, esvásticas, alcohol y, como muestra de la paranoia de sus compatriotas según Bernhard, una orgía incestuosa entre los tres hermanos. Una de las hermanas del juez es más crítica, pero está impedida en una silla de ruedas y habla poco en la obra, simbolizando así la complicidad y parálisis de la izquierda. Una obra sobre el sentimiento de culpa y el alma colectiva de una nación. Brutal.

El actor principal de cierta edad, Walter Vidarte del que nunca había oído hablar, hace un tremendo papelón; y yo creo que se coge una moña impresionante, pues se traga casi dos botellas de champán en escena. Y parece real, pues se puede ver un líquido amarillo y burbujeante (claro que en el teatro nunca se sabe) y él empieza a ponerse todo colorado y comienzan a temblarle las manos como le tiemblan a los borrachos. Está genial, si no se emborracha desde luego lo imita perfectamente, y al menos tiene que aguantar unas tremendas ganas de mear, digo eu. Se muere en escena y lo hace con tal realismo que estoy seguro que se muere diariamente y luego resucita con tal de conseguir el realismo buscado.

En fin, una sorpresa inesperada y dos horas que se pasan enseguida… a pesar de que el título no invitaba al optimismo.

Y la siguiente El Rey Lear. ¡Es que hay que lear más y vear más teatro..!, jajaja. ¡Qué como dice siempre Feliciando Teixeiro: "Un intelectual es casi una persona normal, solo que un poco más tuberculoso..."(dedicado).


Comentarista Plateado del día: Tatojimi

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