miércoles, 9 de abril de 2008

EL PISITO

Cuándo Rubén se compró el pisito de su vida puso toda la ilusión del mundo. Estaba cansado de vivir con sus padres: le hacían todo, vale; pero eran agobiantes. Además la guapa señorita que le vendió el piso le dijo que estaba haciendo el negocio del siglo. El negocio del siglo a 60 Km. de Madrid, pero qué importaba eso. Al fin iba a ser libre.

Echó sus cálculos y de los mil euros que ganaba pagaría por el pisito seiscientos. Le quedaban otros cuatrocientos para sus gastos y para ir amueblándolo en Ikea. Lo puso minimalista, claro. Bueno, no es que le fuera a sobrar mucho dinero para darse alegrías, pero a cambio se lo ahorraría en saunas y hoteles dónde llevar a sus ligues. Además se ahorraba el pagar el restaurante y con una peli de video apropiada mojaba seguro. La libertad tiene un precio – se dijo- y además estaba haciendo un negocio, una inversión para el futuro. A pagar en 40 años, pero ¿qué prisa tenía?

Pronto empezaron a subir los intereses. ¡Maldito Euribor ese!, pensaba cada vez que oía las noticias. Los seiscientos euros de la letra del pisito pasaron a ochocientos cincuenta rápidamente. Y no había contado con los gastos del transporte, los gastos de limpieza, la comida…. Comprendió así que su independencia tenía un precio que no podía pagar. Decidió volver a su casa.

Pero cuando quiso volver, su madre le dijo que ahora había alquilado su habitación a un estudiante americano muy serio y muy guapo y, lo más importante, que pagaba religiosamente; que si quería volver a casa tenía que abonarle los seiscientos euros que pagaba por la letra de su inversión. Entonces decidió vender aquel maldito pisito, aquel tan mono y que con tanta gracia había puesto. - Bueno, sacaré para pagar el coche al menos con lo que ganaré al venderlo; pensó ingenuamente.

La misma señorita que se lo había vendido a él, le dijo entonces que ahora no era el momento para negociar con pisos, que estaban bajando mucho, y que se lo podría poner a la venta por unos diez mil euros menos de lo que a él le había costado. Se vio así en casa de sus padres de nuevo, igual de agobiado que antes pero pagando por estarlo, sin piso, sin coche, sin libertad…

Cuando Rubén se suicidó nadie lo pudo comprender. Todo el mundo decía que era muy buen chico que siempre saludaba en el ascensor, que se le veía muy feliz, que se acababa de comprar un pisito…


D I S T I N C I Ó N

Este post ha sido destacado como Mejor Post de la Semana (ex-aequo) en la selección "Blogger´s Digest 14" que realiza semanalmente Finnegan Bell en su blog.



Comentarista Plateado del Día: Mosco

No hay comentarios:

Publicar un comentario