miércoles, 1 de abril de 2009

DE CÓMO MIS AMIGOS FUERON CAYENDO UNO A UNO, 1. Javier



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Desde el día que Javier me dijo que ese fin de semana podía ir a estudiar a su casa, que estaríamos solos, pues su compañero en la residencia se había ido a su casa, supe que acabaríamos en la cama juntos, haciendo algo.

De mis amigos de entonces, Javier era el más guapo y el que me ponía más cachondo. Javier, aunque no era alto, resultaba muy sexy. Tenía una cintura de avispa, pero unos pectorales y unos hombros descomunales. Y un largo cabello lacio y rubio le caía hasta los hombros. Sus vaqueros viejos flojos, y un poco caídos, no disimulaban un gran paquete entre sus piernas. No había noche que no recordara aquel día en que nos bañamos desnudos en la playa, después de estar surfeando una vez en Doniños. Y pensar en aquel momento me sirvió para hacerme más de una paja. Pero desde entonces no habíamos vuelto a hablar, tal vez porque no habíamos tenido la oportunidad de estar solos, tal vez por miedo de lo que pudiera pasar. De lo que iba a pasar.

Supongo que los dos estábamos bastante seguros de los sentimientos y de los deseos del otro. Sin embargo, ninguno de los dos nos atrevíamos a dar un paso más. El era un año mayor que yo y ya estaba en la facultad, viviendo en una especie de residencia donde compartía habitación con otro chico que, casualmente, salía con una mis primas, Félix. Bueno, para mí conseguir el permiso para ir a estudiar con él y pasar el sábado fuera de casa no fue difícil.

El día transcurrió con normalidad y salimos con el resto de la pandilla. Yo no sé que sentiría él, pero yo estuve todo el día inquieto, con un extraño calor, con dificultad en la respiración, y con esa sensación de que algo inevitable, pero largamente deseado, iba a pasar. Una excitación que me tuvo todo el día ausente y nervioso. Recuerdo que era junio y ya hacía calor. Así que cuando por fin, nos fuimos a su cuarto, sobre las cuatro de la mañana ninguno de los dos hicimos el menor signo de empezar a estudiar. Yo no tenía muy claro donde iba a dormir, si en su cama o en la de su compañero de cuarto, pero el caso es que me tumbe en slip en la suya, con los brazos detrás de la cabeza, levemente tapado por la sábana, y ya incipientemente caliente por la situación, mientras Javier se sentó en una silla de estudio situada al lado izquierdo de la cama. No tenía la menor duda de que algo iba a pasar y lo estaba deseando; y esa sensación me encantaba. Y mientras, por un lado, trataba de retrasar el momento, fingiendo una inocencia y una actitud masculina y descuidada, como si la cosa no fuera conmigo; por otro, no dejaba de hacer pequeños y evidentes gestos que yo imaginaba provocativos como rascarme el paquete o colocármelo mejor.
Yo no sabía que tenía pensado Javier para empezar el ataque, pero no me sorprendió cuando de la mesa que tenía a su lado, retiró un libro y me dijo que era una novela porno de su compañero. Una novela de sexo explicito pero hétero, aunque desde luego bastante calentorro. Javier dijo que a menudo la leía para excitarse. Te voy a leer un poco, - me dijo-, verás. Bueno, no hacía falta que me leyera muchas páginas. Yo ya estaba bastante empalmado con la provocadora situación de estar allí tumbado esperando acontecimientos, mientras veía su bello cuerpo envuelto en un diminuto slip rojo, que realzaba sus atributos y apenas podía contener su trasero.

Mientras leía y leía, apenas sin atreverse a mirarme, yo fui separando la sabana y dejando ver mi cada vez más endurecido rabo. Comencé a tocarme levemente. No quería exagerar. Pero la respiración de ambos era cada vez mas entrecortada, las mejillas se coloreaban, los rabos crecían y crecían envueltos en aquellos tenues tejidos de algodón. Javier seguía leyéndome unos fragmentos supuestamente calenturientos a los que yo por otro lado apenas prestaba atención. Saqué mi polla por encima del slip y empecé a meneármelo sin más. Siempre recordaré el momento en que Javier cerró el libro bruscamente, y sin necesidad de guiarse, pues había estado mirando de reojo por encima de aquellas páginas que parecía leer tan atentamente, se acercó a la cama en la que yo estaba y sin mediar palabra – no hacía falta- se metió mi polla en su boca y empezó a chupar ansiosamente.

La verdad es que yo estaba a tope. Mi calentura de todo el día, la emoción del momento, la excitación de que Javier me estuviera comiendo el rabo tembloroso, y los nervios de estar haciendo algo medio clandestino en su residencia hizo que mi semen empezará a salir a borbotones. No pude contenerme, no pude aguantar ni un segundo más, toda aquella leche que llevaba aguantando todo el día salió cuando a ella le pareció bien, sin muchas contemplaciones y sin respetar que aquella era nuestra primera vez, la primera noche de dos torpes amantes. Javier se la tragó entera, y solo acertó a decirme tímidamente, que estaba rica, y que sabía saladita.

Todo había sido bastante rápido, apenas unos minutos, pero no parecía importarnos, puesto que teníamos toda la noche por delante. Ni siquiera me había bajado la excitación con ese primer derrame, pues Javier en vez de retirarse, apoyó su cabeza en mi pecho amorosamente y siguió jugando con mi rabo mirando como volvía a crecer, mientras me decía que le encantaba estar así, y que había estado soñado con este momento, lo que me llenó de ternura, y pasé mi brazo por su cuello, abrazándalo. Así estábamos, entrelazados, cuando de repente se abrió la puerta del cuarto con estrépito y apareció en el umbral una figura, que sin necesidad de mayores comprobaciones visuales, tuvo que comprender inmediatamente que era lo que allí estaba pasando. Eso si que nos cortó todo el rollo. Ahí se acabó todo.

Resultó ser un amigo asturiano de Félix, el compañero de cuarto de Javier. No dijo nada, y salió tan rápido como había entrado, pero fue lo suficiente para que toda la magia y la carga sexual de la noche se fuera al garete. Ya no pudimos hacer nada más, ni siquiera dormir. Javier no hacía más que pensar si aquel imprevisto visitante le diría algo a su compañero de cuarto y sopesaba las dificultades a la que podía hacer frente. Y yo mismo me preguntaba si llegaría también lo allí ocurrido a oídos de mi prima. Yo tenía lo mismo que perder que él. Pero nunca lo supimos.

El curso acabó. Yo pasé el verano en Galicia y Javier en Cádiz de dónde era su madre. En septiembre nos vinimos a vivir a Madrid. Hablé alguna vez con él, y me lo encontré un día en Madrid por la Gran Vía. La verdad es que estuvimos hablando de todo con mucho cariño, pero ninguno de los dos mencionamos ya nunca más aquella noche que podía haber sido nuestra mejor noche y se quedó todo en una felación, bastante rápida y torpe además.

Creo que hoy Javier vive felizmente con su novio en Santiago. Mi prima nunca me ha hecho el más mínimo comentario.




NOTA: Todas las imagenes de este post han sido tomadas del blog de "Arrumako´s Gay Blog".

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