viernes, 25 de julio de 2008

POR LA CARA (2ª Parte Apócrifa)

Esta segunda parte apócrifa, es una continuación de mi post "POR LA CARA", respondiendo al reto que plantee a Tatojimi de darle una nueva vida al cuento, en la línea de su apreciación de ver en el mismo alguna intención oculta. Bueno, no la había, no soy tan ingenioso, jajaja. Pero, como siempre, los comentarios de Tato trascienden mis propios post y adquieren vida propia. En mi línea de abrirme - el blog, no lo que estáis pensando- a colaboraciones exteras, creo que su escrito merece pasar del simple comentario al "honor" de figurar entre mis post (jajaja). Por eso lo coloco aquí.

Tu continuación Tato, como no podía ser de otra manera, mejora mi cuento. Ahora bien, para ser justos, e igual que yo pedía una crítica, te diré que creo que abusas de los puntos suspensivos como recurso sugerente. Eso mismo me dijo alguien a mí de mis sms (y eso que estábamos haciendo cibersexo, jajaja).

Aquí os dejo la continuación de mi fallido cuento, by Tatojimi. Bezos.


"¡¡Jódete!! ¡¡Jódete!!

Se repetía en su mente continuamente sin que pudiera apartar de la misma, la imagen que había visto reflejada en el espejo que le trajo la enfermera. Esa cara... esa cara odiosa, de alguien de quien uno no se podía fiar... porque él, si de algo entendía, era de caras... nunca se equivocaba al juzgar a una persona... y esa cara decía que, era un ruin, un asqueroso, un envidioso, y algún que otro –oso que ahora mismo no le venía a la cabeza.

Le dolía. La cabeza. En realidad, le dolía todo. Hasta el alma. Tenía los ojos cerrados, como si durmiera. No quería abrirlos y verse reflejado otra vez, no quería ver esa cara otra vez. No podía asimilar que, esa cara, ahora, fuera la suya. No. Eso no era posible. Que llevara la cara del culpable de todo. Porque toda esta situación, él en el hospital, él con esa cara, hasta la muerte de su vecino, el de la cara... todo era culpa de él. Cerró los ojos, fuerte, fuerte... como hacen los niños... para que no le vieran los demás... para hacer que la realidad desapareciera. Y mientras no abriera los ojos, eso sería cierto... nada habría ocurrido. Nada.

Escuchó como alguien entraba en la habitación. Hablaba con la enfermera que, todavía estaba rondando por allí. Escuchó como esa persona llegaba a su lado y le susurraba... ¡¡Jódete!!... no, no... No era esa persona la que le susurraba eso... ¡¡jódete!! Pero no podía dejar de escuchar esa palabra...

- Jan, hola, soy Francisco Jiménez, su Psiquiatra.

Pero Jan, solo escuchaba... ¡¡jódete!! ¡¡jódete!! Y apretaba los ojos más y más... para hacer que la realidad desapareciera, y que le desastre que su vecino, con esa jeta... esa jeta que decía todo lo ruin que era... la culpable de todo...

- Quiero que se relaje. No se preocupe por su cara, irá mejorando poco a poco. Ahora está hinchada, y se ven las cicatrices, por eso se ha asustado tanto. Pero verá como luego, dentro de unas semanas, se hará a ella, y será como si la hubiera tenido siempre...

¡Jódete! ¡Jódete! Jan escuchaba las palabras del doctor, pero siempre con esa cantinela de fondo. Tenía ganas de gritarle que ¡¡Una mierda!! ¡¡Él no quería esa cara de hijoputa!! La cara de un hijo de puta que le había empujado a acabar en esa cama de hospital... ¡Jódete! ¡Jódete!

Pero no podía abrir la boca. No tenía fuerzas ni para abrir los ojos. De repente... se encontró sin fuerzas...

- Le he dado un sedante para que descanse. Cuando despierte, verá las cosas con más optimismo...

Y todo era confusión. El coche giraba, o era su cabeza, millones de flechas se dirigían a su cara, un grito, un golpe, un vuelo sin motor, se estrelló, un árbol rojo, o negro, o azul, no distinguía bien el color, su coche, no lo reconocía, no recordaba como ese coche llegó a su poder... sí, sí... ahora se acordaba... esa cara le susurró un día que debía compararlo para que esa cara fuera la suya... unas sirenas... azules, amarillas, grises... ¿grises? Un choque, los metales del coche rugiendo mientras se retorcían... un baño, agua refrescante... una boca en la suya... pero no era un beso... ¡¡jódete!! Era de noche... no, no, era de día... pero luego se hizo de noche... sirenas... luces de colores, rojas, azules... un grito en la noche, metales retorciéndose y diciendo... ¡jódete!.. Una señora decía que conocía al que llevaba esa cara antes... que era la mejor persona que había conocido... un niño que gritaba... tito, tito... pero no era su tito... gentes hablando... no era posible... le estaban mirando como un mono de feria... ¿y la confidencialidad? ¡¡Jódete!! ¡¡Jódete!!

Fueron pasando los días. Cada día las imágenes de su cabeza se iban aclarando. Cada día, era más consciente de lo que pasaba a su alrededor. Pudo escuchar a un médico que parecía tener mando, echar la bronca a las enfermeras y a otros médicos por dejar que algunas personas hubieran entrado a la habitación. Personas que conocían al donante. Y eso estaba en contra de todos los protocolos que requerían esta enfermedad. Pero era un caso extraño. El primer trasplante de cara. Y de dos accidentes en casi el mismo instante. Coincidencias extrañas.

Y llegó el día en el que el psiquiatra pensó que había llegado el momento de volver a enseñar al paciente su nuevo aspecto. Hasta ese día, le habían puesto una especie de antifaz, y había retirado todos los espejos de la habitación.

Jan estaba sentado. Dos enfermeras, el médico abroncador, parte de su equipo, y el psiquiatra. Todos expectantes. El psiquiatra diciéndole palabras que parecían salir de la garganta de un encantador de serpientes. Una enfermera quitándole su antifaz. Tuvo que cerrar los ojos rápidamente. Alguien corrió a la persiana para bajarla... todos conteniendo la respiración...

... un espejo...

... sus ojos abriéndose poco a poco...

... miró primero a sus visitantes... todos estaban expectantes y nerviosos ante su reacción...

... le pasaron el espejo, debía ser él quien se viera cuando estuviera preparado... pero debían pensar todos que eso debía pasar en los próximos 10 segundos... no perdían detalle de sus reacciones, de sus movimientos... fue subiendo el espejo... poco a poco... poco a poco...

... y al final la vio...

- ¡Jódete!

Se escuchó a si mismo diciéndolo. Quitó la vista del espejo para ver la reacción de su público... y les pilló a todos con la boca abierta... como diciendo un ¡¡ohhhhhhhhhhhhhhh!!! De sorpresa, de incredulidad... ¿jódete? … ¿qué reacción es esa?

- Perdón.
- Ya se acostumbrará, Jan – dijo el psiquiatra. Es un shock tremendo, y necesitará tiempo para acostumbrarse...
- Sí, ya...

Al cabo de un rato, se fueron. Ya le dejaron el espejo. Ya no le pusieron el antifaz. Debieron pensar que ya estaba en condiciones de afrontar su nueva cara. Él también lo pensaba. Ya no escuchaba en su cabeza su canción de las últimas semanas ¡¡ Jódete!! Y al fin y al cabo, esa cara en su... cara, era distinta... cada instante lo veía más claro... no era la cara del insufrible del vecino. No. Era su cara, con otros matices. Mucho, mejor, dónde va a parar. No tenía nada que ver. Porque él, de caras sabía un montón. Y de conocer a la gente. Al primer golpe de vista. Solo con verle la cara. Y ahora, se miraba a la cara, y veía lo que él era, alguien especial, sensible y comprensivo con los demás. Esas visitas que había tenido durante los días de convalecencia, estaban todos equivocados. Esta cara no tenía nada que ver con la de su vecino. Pero nada.

Y entró un enfermero. Nunca le había visto. Aunque eso no era difícil, llevaba tres meses con los ojos tapados, y medio drogado. Le sonrió y le saludó con amabilidad. Le traía las pastillas de la noche. Porque ya se había hecho de noche. Y es que el tiempo vuela, cuando se mira uno la cara. Sobre todo si es nueva. Se acercó a la cama... y Jan, le miró a la cara... y supo que este hombre... era otro hijo de puta. Otro ser insufrible.

Porque él de caras... sabía un montón.

Y tuvo un irrefrenable impulso de... verle muerto. Porque alguien con la jeta de ese enfermero, no merecía seguir viviendo. Nadie debería sufrir por los problemas que iba... seguro... a crear....ese enfermero y... su jeta...

Esta vez, todo sería distinto. Todo saldría bien.

Se tomó las pastillas... sin hacer caso al enfermero. Ni le miró. Y poco a poco se fue durmiendo... porque ya era de noche. Y sin poder evitarlo... volvió a escuchar esa cantinela de los últimos días...

¡¡Jódete!! ¡¡Jódete!! ...

Aunque esta vez sonaba distinto... sonaba a la voz del enfermero...

¡¡Jódete!!

Aunque cada vez sonaba su voz más lejana...

¡¡Jódete!!

Hasta que al final... ya no fue capaz de escuchar, de oír... ¡¡Ves, Jan!! Se dijo a sí mismo... cómo tenías razón... ese enfermero te iba a joder... y te ha jodido... sí. Y es que... con esa cara... porque él, Jan, sabía mucho de caras... "





Tatojimi, en Madrid a 23 de julio de 2008

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