El padre de mi amigo Pablo tiene mucho dinero. Es panadero. Mi padre, jugando agudamente con su profesión y el dinero que tiene, le llama el “Aga Pan”. Es que mi padre es muy gracioso cuando quiere; de alguien tenía que venirme a mi esta gracia que yo tengo que no se pué aguantar. Así que en mi casa mi amigo Pablo es el hijo del Aga Pan.
Pablo me ha invitado a irme con él a Mikonos. Bueno, invitarme es un decir, claro; porque yo tendría que pagarme todos mis gastos. Los ricos lo son porque no tiran el dinero... ¡no te vayas a creer! Realmente quiere que me vaya con él a Mikonos, que él ya estuvo el año pasado. Cuando yo le digo que Mikonos debe ser muy caro y que con la crisis esta de los huevos… bueno, de los huevos y del pescado y de todo para acabar antes, pues que no tengo mucho dinero. Entonces él, cargado de razón, me dice que no es para tanto, que no es tan caro. Que una cena medianamente buena cuesta doscientos veinte euros y que una sombrilla en la playa cuesta diez ¡jódete!
Cuando yo le digo que en Torrevieja cuesta dos euros una sombrilla y que en mi Galicia natal es gratis; me dice que si, que vale, pero que en Alicante las sombrillas vienen con una familia debajo y que nunca falta una gorda, un viejo sin depilar con un pañuelo de nudos en la cabeza y dos niños peleándose con un cubito y una pala, y que si me voy a Galicia ¿para qué quiero una sombrilla? -añade- ¡para lo que te va a servir!-. No sé.
Le he dicho a Pablo que conmigo no cuente, que yo no me gasto esos dinerales. Lo primero porque no los tengo, y que no vamos a ir por ahí jugando a ser “la Hilton” y “la Lohan”. Y lo segundo porque me quedaré por Galicia haciendo un poco de surf en mis frías y baratas playas.
Yo creo que Pablo algo quiere, y la verdad es que está bueno. Pero si quiere un polvo que lo diga, que tampoco hace falta ir tan lejos ni gastar tano dinero para echar un buen polvo después de estar todo el año haciéndose el ligón con todas las nenas. Así que lo siento Pablo, pero desde aquí te lo digo, en Mikonos no me verá tu coño.
Y vosotros ¿a qué playa vais a ir y a qué precio están las sombrillas?
Pablo me ha invitado a irme con él a Mikonos. Bueno, invitarme es un decir, claro; porque yo tendría que pagarme todos mis gastos. Los ricos lo son porque no tiran el dinero... ¡no te vayas a creer! Realmente quiere que me vaya con él a Mikonos, que él ya estuvo el año pasado. Cuando yo le digo que Mikonos debe ser muy caro y que con la crisis esta de los huevos… bueno, de los huevos y del pescado y de todo para acabar antes, pues que no tengo mucho dinero. Entonces él, cargado de razón, me dice que no es para tanto, que no es tan caro. Que una cena medianamente buena cuesta doscientos veinte euros y que una sombrilla en la playa cuesta diez ¡jódete!
Cuando yo le digo que en Torrevieja cuesta dos euros una sombrilla y que en mi Galicia natal es gratis; me dice que si, que vale, pero que en Alicante las sombrillas vienen con una familia debajo y que nunca falta una gorda, un viejo sin depilar con un pañuelo de nudos en la cabeza y dos niños peleándose con un cubito y una pala, y que si me voy a Galicia ¿para qué quiero una sombrilla? -añade- ¡para lo que te va a servir!-. No sé.
Le he dicho a Pablo que conmigo no cuente, que yo no me gasto esos dinerales. Lo primero porque no los tengo, y que no vamos a ir por ahí jugando a ser “la Hilton” y “la Lohan”. Y lo segundo porque me quedaré por Galicia haciendo un poco de surf en mis frías y baratas playas.
Yo creo que Pablo algo quiere, y la verdad es que está bueno. Pero si quiere un polvo que lo diga, que tampoco hace falta ir tan lejos ni gastar tano dinero para echar un buen polvo después de estar todo el año haciéndose el ligón con todas las nenas. Así que lo siento Pablo, pero desde aquí te lo digo, en Mikonos no me verá tu coño.
Y vosotros ¿a qué playa vais a ir y a qué precio están las sombrillas?
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