jueves, 23 de agosto de 2007

PALABRAS

Nada sospeché cuando al conocerlo le vi aquellos colmillos un poco más afilados de lo normal para mi gusto. Tampoco sospeché nada de él cuando me invitó a su casa y al asomarme a los enormes ventanales del gótico salón pude ver una fantástica, aunque algo inquietante, vista del cementerio de San Amaro. No sospeché tampoco cuando me enseñó su cuarto, enteramente decorado en negro como, por otro lado, marcan las tendencias más cool en decoración. Ni sospeché aún cuando en la cena mi anfitrión me sirvió tempura de gazpacho de sandía de un intenso color rojo y carpaccio de ternera, pues comer los alimentos casi crudos responde a las más exquisitas exigencias de las últimas tendencias gastronómicas.

No sospeché todavía cuando me dio aquel beso tan intenso que me dejó sin aliento. Y no sospeché, incluso, cuando después de besarme de aquella manera marcó mi cuello con aquel chupón que me dejó exhausto, con mis defensas por los suelos.

Lo que de verdad me hizo sospechar de él fue el hecho de decirme que me amaría eternamente, por lo siglos de los siglos….

No hay comentarios:

Publicar un comentario