martes, 28 de agosto de 2007

MANUELA (PAISAJE GALLEGO CON FIGURA)

En casa de mi abuela en verano somos todos los días diecisiete personas a comer. La comida como podéis suponer es una juerga, un lío, una pasada. Desde que se casó mi abuela tiene una señora que le ayuda en la casa, es de su edad y no quiero jubilarse porque se siente una más de la familia. Es más, es la que manda en casa; nosotros las adoramos todos.

Pero Manuela es todo un personaje en si mismo. Es muy guapa y muy gorda; bueno más que gorda está toda desparramada y si te da un tetazo te pone mirando a Santiago. Es una gallega de Porto do Son en las Rías Bajas y sigue hablando como el primer día con dos de las características típicas de la zona dialectal de la que proviene: el seseo y la jeada. En Galicia, durante los años del franquismo, mientras el catalán y el vasco estaban permitidos de alguna manera, estaba mal visto hablar en gallego y más entre las burguesías urbanas. Durante año se ha hablado una especie de mezcla entre gallego y castellano con palabras de ambas lenguas. Y los dialectos del gallego influían en ambos idiomas. El caso es que Manuela habla un castellano muy peculiar; dice por ejemplo: “Bengamín bágame la gaula” porque, resumiendo muy esquemáticamente dice “g” por “j” (realmente una “h” aspirada) y viceversa (geada). Sin embargo dice: “Mi sobrino Guan se ha comprado un Jolf”.

Manuela no es la típica chica de servicio. Quiero decir que no va vestida de uniforme ni nos usamos con ella campanilla ni nada de eso, ¡eh! Al revés. Manuela nos llama a todos a la mesa al grito de “todo dios a la mesa” o “chaman a fajina” como si estuviéramos en un cuartel. Y cuando acabamos de comer siempre pregunta: “¿botamos por riba o café?” (1). Vamos, que hay confianza. Eso sí, a los hombres aunque los haya visto nacer como es mi caso, nos llama siempre “el señorito Iago” o “el señorito Antonio” pero a las mujeres siempre “la paca” o “la carmen”. Y para afirmar no dice si, como todo el mundo, Manuela siempre dice: “eu dijo que sin”(2)

Mi abuela cuenta que el primer día que Manuela entró en su casa, la llamó a gritos por la noche al acostarse y cuando mi abuela acudió corriendo se la encontró subida en una silla soplándole a la bombilla mientras le decía tranquilamente: “apájeme a lus” (3); pero no se si hacerle caso a mi abuela que es una coñera. Se compró una nevera pero no la ha desembalado porque dice que “é unha inversión”. Una de las cosas que me hace más gracia es cuándo se está pensando en la comida del día siguiente y suelta “mañán podemos poner el macarrón”, como si solo hubiera uno, pero muy largo. Eso sí, hace el mejor pollo en pepitoria, la mejor empanada y la mejor menestra (rehogando cada verdura una a una por separado) que os podáis echar a la cara, ¡um!

Cuenta también mi abuela que cuando entró en casa le explicó que cuando fuera a algún sitio tenía que decir: “buenos días, si son días; buenas tardes, si son tardes; buenas noches si son noches y qué aproveche si están comiendo” Y que ella se lo aprendió de memoria y lo soltaba así tal cual, todo junto; fuera por la mañana, por la tarde o por la noche, estuvieran comiendo o no. Aunque tampoco sé si es verdad o un chiste que circula por ahí.

Ahora Manuela está tan mayor como mi abuela, claro; y no sabe qué hacer. Por un lado no quiere separarse de nosotros, lo que es normal después de cincuenta años; y por otra, tiene ganas de volverse a su casa y desembalar la nevera de una vez. Mi sentimiento es contradictorio, yo quiero lo mejor para ella, pero no sé que voy a hacer sin su presencia, sin su cariño, sin sus meriendas, sin sus tortillas de patata de cena llegue a la hora que llegue, sin su sabiduría popular y sus consejos, incluso sin sus geadas y sus seseos.

“Manuela, fajas o que fajas e penses o que penses eu estarei preto de ti e querreiche sempre. Bicos”.


(1) ¿Echamos por encima el café?
(2) Yo digo que si.
(3) “Apágueme la luz”


Agradecimiento: Este post no sería posible sin las impagables correcciones de Sísifo, Absolut y Sonia. Gracias.

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