sábado, 4 de agosto de 2007

DE PADRES A HIJOS

Ya lo puedo confirmar. Mi abuela lee mi blog.

Yo no sé por qué mi abuela no se dedica a pasear por ahí con una túnica blanca asustando a todo el mundo, o arrastrando unas pesadas cadenas por el castillo de Andrade, como es la obligación de todo fantasma. Pero mi abuela no; mi abuela sigue en casa y lee mi blog. Ayer me llamó a su cuarto y me dijo que pasara con gran pompa y circunstancia. Entonces de una manera muy misteriosa abrió, con una llave que sacó del refajo, una cómoda isabelina mientras me decía con mucho sigilo: “Iago, quiero que tengas algo que perteneció a tu abuelo”.

Bueno, yo no pude dejar de pensar que me iba a regalar el reloj de oro del abuelo en manos de la familia desde tiempo inmemorial, y tengo que confesar que me dejé llevar por el egoísmo, y que la alegría me impedía ver lo injusto del hecho de que esa herencia diera un salto generacional, pues el que yo tengo por padre vive y está tan pancho leyendo ahora mismo “El País” en el jardín. Pensé que si no era el reloj de oro familiar, al menos podía ser la pluma Parker de oro con la que mi abuelo escribió esa notable obra cumbre de la narrativa en gallego que fue “Vida, milagros, ascenso y rápido descenso de Feliciano Teixeiro en la blogoesfera” del que se vendieron dos ejemplares creo (y eso entre miembros de la familia); o ya puestos, el prendedor de corbata de oro y brillantes; lo que me ilusionaba menos pues creo saber de buena tinta que los prendedores de corbata ya no se llevan (bueno, apenas se llevan las corbatas ahora, que hay empresas que quieren ahorrar en aire acondicionado sacándole a sus empleados las corbatas y digo yo, ¿por qué no les regalarán un abanico?).

Pero no, nada de esos maravillosos y míticos objetos de deseo familiar me fueron entregados. Mi abuela me sacó una bermudas marca “Meyba” de cuadritos grises, negros y marrones que espantan al miedo, una camisa hawaiana de colores chillones – y lo peor- una visera amarilla, roja y azul que pone: “recuerdo de Benidorm”; mientras me decía: -Iago, querido, quiero que estas preciadas prendas, las que llevaba tu abuelo puestas mientras bailábamos “la barbacoa” de George Dann en la última excursión del Insserso que hicimos poco antes de que se muriese las lleves tú, sobre todo la visera ya que eres surfeiro. Pensaba guardarlos para el día de tu graduación- siguió diciendo. Yo sé la ilusión que te hará tenerlas, y ahora que tu blog es chabacano, has hecho todos los méritos posibles para que sean tuyos… Estoy seguro que le gustaran mucho a tu “pareja”. Me dijo con sorna, mientras empezaba a reírse. Pero no a reírse normal, no; a reírse como una posesa, como solo un fantasma puede reírse de alguien que usa en sus partes más íntimas slips de Calvin Klain.

- ¡ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja!

Todavía oigo su risa, que ya me perseguirá para siempre; mientras yo salí pitando espantado de aquel cuarto con aquellas imposibles ropas del abuelo en mis manos. Y no sólo porque ahora tenga que ponerme esa horrorosa visera que será el hazmerreír de todos mis amigos surfeiros de diseño, sino porque ahora sé que mi abuela lee mi blog, sabe que soy gay y que estoy enamorado.

¿No es terrorífico? A veces es mejor no heredar nada.

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