lunes, 28 de diciembre de 2009

LA TRADICIÓN FAMILIAR (O ¡MIS PADRES ME ECHAN DE CASA!)

Es terrible, mis padres me quieren echar de casa. Y me lo han dicho así, sin rodeos. No es que quieran que me vaya para siempre, claro. Quieren que me vaya de casa el día de fin de año.

El otro día salió en la comida familiar la conversación sobre qué pensábamos hacer para celebrar esa noche. Evidentemente mis dos hermanas y mi hermano se van a abrir; y esto es más que una frase, sobre todo en el caso de ellas. Pero yo tenía pensado pasarlo en casa, dije. En verdad que al estar yo en Galicia, y mi chico en Madrid, y que para mas inri le toca volar, como corresponde a un piloto novatillo y pringado de una compañía aérea de segunda, pues había decido, para variar, pasar esa fiesta en mi propia casa. Pasarlo tal vez con vosotros, insistí yo.

Y es que desde que empezamos a salir de casa para celebrar esa larga noche por ahí fuera, ya lo he pasado una vez en la típica fiesta del casino, en una casa particular, en una discoteca, y en un garaje alquilado al efecto..., y hasta por la calle de botellón. Y la verdad es que este año tenía ganas de variar. Quedarme en casa por una vez no me parecía tan mala idea. Les dije.

Pero mis padres se quedaron lívidos. Empezaron a mirarse con ojos alucinados entre ellos, como haciéndose señas. Y la lengua no les respondía. Mi madre casi se atraganta del susto. Ya más tarde mi padre, el militroncho, se presentó en mi cuarto, diciéndome muy misterioso, que teníamos que hablar. No sabía como empezar la conversación, y se le notaba nervioso. Me preguntó si yo tenía vida sexual. Imaginaros mi pasmo. Por poco le cuento en un minuto la existencia de saunas y cuartos oscuros. Pero puse cara de ingenuo poco curtido en esas lides, porque sé que a los padres les gusta explicarnos esas cosas, y de vez en cuando se realizan ejerciendo de padres, precisamente. El caso, me dijo, es que en esta casa nos gusta seguir ciertas tradiciones… Ya lo sé –le interrumpí yo, ingenuamente-, cenar todos juntos y eso… dije. ¡Qué va! – me contestó mi padre- bien al contrario. Desde que os vais todos a pasar el fin de año por ahí fuera, es tradición que al acabar la cena, y sobre el mismo mantel en que hemos comido, tiendo a tu madre sobre la mesa del comedor, le rompo la ropa de fiesta, me quito la pajarita, y la poseo allí mismo; me dijo tranquilamente, ante mi cara de pasmado. ¡Folláis sobre la mesa del comedor familiar!, atiné a decir. Hombre, follar, follar, no es…- me dijo-. ¡Es Navidad! Hacemos el amor.

Me quedé muerto. Yo no imaginaba a mis padres tan activos sexualmente y tan osados. Esto es el acabose, ¡a dónde vamos a llegar con estos padres tan modernos y disolutos…! Y de un egoísmo que asusta, no es por nada. Ahora tengo que buscarme un plan para el fin de año, aunque no tenga muchas ganas de salir. ¡Todo sea por seguir la tradición familiar!

Me jode ser yo el tradicional de la familia. Y además, ahora, me da como cierto repelús comerme los polvorones.

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