domingo, 27 de diciembre de 2009

LA HISTORIA PLATEADA, 2. EL DESCUBRIMIENTO DE EUROPA

El doce de octubre de mil cuatrocientos noventa y dos Feliciano Teixeiro se encontraba tomando un baño desnudo en las marismas de Doñana. Cuando, cantando y jugueteando alegremente con las olas que mecían sus partes ajeno a todos los peligros, le pareció entrever tres extrañas naves por el océano que enarbolaban una bandera desconocida y que luego, efectivamente, atracaron en la orilla.

Se escondió de tal manera que solo sus ojos sobresalían del mar y así pudo asistir al desembarco de unos extraños seres, semidesnudos, pero con unas increíblemente ricas galas doradas adornadas de coloristas plumas, y cargados de alhajas de refulgente oro, que hablaban en un extraño lenguaje. Feliciano supo inmediatamente que aquellos eran los dioses que la profecía daba por cierto que regresarían algún día. Su aspecto era feroz y sus armas terroríficas.

Efectivamente, se trataba de la expedición que Chimalpopoca, hijo del Emperador Moctezuma, había organizado para lograr la manera de llegar a las llamadas Indias Occidentales por el camino de oriente, según explicaba un viejo mapa. Buscaba un camino en el mar para llegar al mítico reino de la Plata, del que tantas leyendas hablaban. Su gente, su imperio, ya estaban hartos de tanto oro, y buscaban una nueva fuente de riqueza. Había conseguido que su padre, en la corte, le sufragara tres naves: La Pintacholoca, La Niñaixcaxochiztin y la Mamá Quichá. Y había llegado a Huelva, después de que el marinero Pinzoncholoxco gritara el ansiado “Apu Katikil” (¡Tierra!”). Europa quedaba descubierta.

Pronto, aquella aguerrida avanzadilla se hizo con todo el poder de la vieja y caduca Europa. Derrotaron a las tropas católicas en la batalla de Viracocha de Triana, e instauraron un virreinato inca en Sevilla, bautizada como Niu Chinchasuyu. Explotaron a los indígenas, les transmitieron extrañas enfermedades como el dengue, mandaron a su imperio ingentes cantidades de plata que sirvieron para sufragar los gastos de las caras pirámides imperiales construidas por el emperador Moctezuma, e instalaron una cultura basada en la adoración de Aihuateteo que exigía sacrificios humanos, lo que diezmó la población celtibérica. La península ibérica paso a llamarse Nuevo México. Los Incas y los Aztecas se repartieron el continente europeo por el meridiano de Greenwich. Derribaron la catedral de Sevilla y en su lugar edificaron una bella pirámide escalonada que llamaron Nueva Teotihuacán. También trajeron con ellos una extraña bebida, el mezcal, que en España adoptó el castizo nombre de "tíopepe".

Los nuevos invasores, de cuerpos esbeltos y color oliváceo, enseguida empezaron a confraternizar con las nativas del lugar, fácilmente embaucadas por la facilidad para el baile de aquellos extraños seres, bajo una hipnótica música que llamaban “corrido” ("a quién no le gusta correrse, decian las mozas alegremente"), y el gusto por la cópula de los recién llegados. Pronto dieron lugar a una clase mestiza que se hizo con todo el poder. Eso si, muchos de los recién llegados eran bastante afeminados y dieron lugar al nacimiento de un tercer sexo, conocidos como los gayotecas. Tal vez porque Chimalpopoca contrajo matrimonio con la hija soltera (y fea) de los católicos monarcas, Juana la loquilla, y aquí se le vió el plumero. Hasta hoy.

Feliciano Teixeiro, fue uno de los que rápidamente se convirtieron a esta alegre categoría. Se cambió su nombre por el de Felicianohuatl Teixeirocampichtli, comenzó a adornarse con plumas, y empezó a leer a Octavio Paz, por lo que pudiera pasar. Leer Capítulo 1, AQUÍ.



(Continuará…).

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