martes, 8 de diciembre de 2009

CRÓNICAS DE SAUNIA, 2: POR LOS PELOS

Dedicado a Assessin is born

No fue mucho después de conocer a aquel italiano, que Juan Saunas se dirigió a la céntrica y más que amplia sauna C. Juan Saunas no se cansaba de buscar el amor y tal vez hoy fuera el día en que definitivamente lo hallara.

La cosa comenzaba bien, pues ligó nada más llegar. Eso lo interpretó como una señal de que hoy si encontraría al amor de su vida. Y pensó que había tenido suerte con el día y la sauna a la que había dirigido sus pasos, justo en el momento en que estaba allí aquel chico. El chico que ya le gustaba, un joven con un precioso pelo a lo emo, que ya estaba allí sentado, con cara de aburrido, al entrar él. Aunque no parecía muy alto, si tenía un bonito cuerpo y un agradable color moreno. Enseguida empezó a mirar a Juan Saunas insistentemente. A Juan Saunas nada hay que le excite más que alguien se le insinué e intenten ligarle. Le gusta sentirse deseado, y el deseo de los demás justifica el suyo propio. Inmediatamente se quedó enamorado de aquel chico de moderna melena

Después de un buen rato, el chico se levantó y salió de la cafetería, y Juan Saunas fue detrás decididamente. El joven entró en la sala de vapor y Juan Saunas penetró tras él. Estuvo paseando por el diminuto cuarto dejando ver su fuerte excitación debajo de la escueta toalla blanca que le envolvía la cintura. Hasta que a la tercera o cuarta vez, el joven le agarró por un brazo y lo acercó hacia él. Por un momento a Juan Saunas le entraron dudas, pues, a pesar de la oscuridad de la sauna, el chico le parecía menos joven, más afeminado, y su peinado menos convencional.

Efectivamente el chico a pesar de lo atildado de su pelo no era tan joven como quería aparentar. Eso sí, parecía un experto en hacerlo, evitando contactos directos no deseados. Fue agradable para Juan Saunas hacer como que lo follaba, pero limitándose a introducir su rabo entre las piernas de su contrario. Al chico le gustaba apretar las tetillas de Juan Saunas, y meterle también un par de dedos por su ano, lo que despertó en Juan Saunas falsas ilusiones de ser él el penetrado. Juan Saunas estaba tan caliente que se hubiera dejado follar allí mismo, y ya se sentía tan enamorado de aquel joven de pelo tan espectacular, que se corrió en la espalda del chico.

Pero su ya nuevo amor no estaba dispuesto a soltar la presa. Arrastró a Juan Saunas fuera de la sauna, llevándole hasta el cuarto oscuro, sin dejar de peinarse. El chico tenia un tacto muy agradable, y abrazaba a Juan Saunas con una pasión y un ardor que le hizo pensar que eso bien podía ser el amor verdadero. Su nuevo amante le preguntó que le gustaría hacer, y Juan Saunas no lo dudo: quería follarle. El chico le dijo que allí no, que mejor en la pista de baile.

Y allí mismo, con la pista perfectamente iluminada, sin esconderse de otros incansables buscadores del amor como él mismo, pudo comprobar Juan Saunas que el joven del que ya se había enamorado tenía un cuerpo más rotundo pero menos masculino de lo que había imaginado en aquellas otras zonas más oscuras, y su pelo parecía menos brillante. Su ya recién y gran amor empezó a tambalearse. De todas maneras se colocó el condón y sin más prolegómenos empezó a empujar sobre las blancas nalgas de aquel peludo amante. La tarea no fue difícil, pues el jovenzuelo tenía un culo amplio y dilatado. Así que ahí tienes a Juan Saunas follando en plan activo en medio de una pista de baile a un mozuelo con un peinado imposible del que hace un rato parecía enamorado. Pasaron otros clientes de la sauna que aprovechaban para echar un ojo, pero eso no evitó que Juan Saunas siguiera follando como si le fuera la vida en ello al joven ahora desmelenado. Finalmente en una perfecta maniobra de sincronización, mediante la manipulación manual del rabo de su efebo de peinado tan estrafalario, consiguió que la corrida de ambos fuera simultánea.

Contemplando su semen en el condón usado, Juan Sauna pensó que tampoco en este encuentro había hallado el amor que tanto ansiaba, aunque esta vez se le había escapado por los pelos. Pero no podía decir que no le hubiera gustado intentarlo. Aunque esa eterna búsqueda siempre le dejaba agotado. Y que el amor era, en realidad, bastante ingrato, puesto que su enamorado con aquel corte de pelo tan absurdo que hasta pareciera tener caspa, apenas le había dado las gracias por tanta “actividad” y ni se había despedido para ir corriendo de nuevo a peinarse.

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