domingo, 24 de febrero de 2008

EL TIEMPO ES CURVO Y, SI ME APURAS, RETORCIDO

Cuando los viajes en el tiempo empezaron a generalizarse hubo que poner orden. La gente viajaba tanto al futuro y al pasado que cuando venía alguien en ese momento y llamaba a la puerta no había nadie para abrir. Viajaba tanta gente al futuro que se daba la paradoja de que cuando llegaban al futuro, éste ya había pasado, y te encontrabas que yendo hacia al futuro aparecías en un pasado cualquiera, aunque no mucho tampoco, un cuarto de hora o así. Todo esto que parece una ucronía (tenía ganas de poner esta palabra, la verdad) además lo es, y ello porque el tiempo no solo está cambiando sino que es curvo y así todo retorcido, como el muelle de un colchón viejo, vamos.

Era tan fácil y tan barato viajar al futuro que muchos iban, cobraban los 400 euros de Zapatero y se volvían en el mismo día y aprovechando el mismo viaje.

Muchas veces querías viajar al futuro y te pasabas todo el presente en un atasco. El futuro se te escapaba por un quítame allá esos minutos. Por ello hubo que abrir dos grandes puertas. La de la izquierda te llevaba al futuro y la de la derecha te llevaba al pasado. Casi todo el mundo elegía la de la izquierda menos los curas, los militares y los vascos nacionalistas que iban siempre por la derecha.

Lo peor de viajar al pasado es que como buen pasado que era ya no existía ni quedaba allí nada que comer; por eso tenías que ir una hora antes y facturar la maleta, para que al llegar te encontrarás al menos el cepillo de dientes. La gente mandaba todo tipo de alimentos, claro. Así que si ibas por la puerta de la derecha te podías encontrar montones de chorizos por allí flotando, incluso a Rajoy. Chorizos pasados de fecha antes incluso de que empezara el viaje. Era muy incómodo.

Por eso cuándo Gabriel volvió a aparecer en su vida después de cuatro años, Bernard no sabía si venía del futuro o del pasado, pero temiendo la respuesta, tampoco se atrevió a preguntarle.


Comentarista plateado del día: Stultifer

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