Aquel era un mundo perfecto.
Un mundo en que nadie soñaba, la realidad había vencido a los sueños. Algún dios antiguo había dejado dicho “Se realista, es mejor no hacerse sueños” y esta frase figuraba grabada en letras de oro en todos los templos y viviendas. Así que nadie soñaba, soñar estaba mal visto y además estaba prohibido por ley.
Nadie soñaba con que le tocara la lotería, porque la realidad se encargaba de que así fuera y no le tocaba; los deportistas no soñaban con la victoria porque la realidad hacía que nunca la consiguieran y siempre empataban; y lo que es mas grave, nadie soñaba con amar porque la realidad demostraba que era imposible que encontraras al verdadero amor, que el verdadero amor no existía y que era un sueño, y los sueños estaban prohibidos.
Pero ese era un mundo muy triste, un mundo que no progresaba, porque nadie soñaba con inventar nada, nadie podía ni imaginar siquiera algo que no tuviera ya su propia realidad. Aquel era un mundo real y perfecto, solo una vieja leyenda decía que alguna vez alguien soñaría un sueño que cambiaría ese mundo. Entonces me desperté, estaba soñando…
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