viernes, 19 de enero de 2007

FÁBULA AMATORIA DEL LOBO Y EL NIÑO (2ª parte)

El lobo-ángel le susurró al oído que le quería enseñar el cielo de donde el había venido y si estaba dispuesto a acompañarle, que no debía temer nada para ese viaje, solo dejarse llevar. Así nuestro pequeño empezó a notar como algo se movía encima de sus redondas nalgas, ese demonio que iba haciendo más y más grande al aproximarse a su cuerpo indefenso. Eloy miró al ángel-lobo con temor, pero vio su hermosa cara que resplandecía de deseo y en ese momento el ángel-lobo le dio un enorme y sabroso beso que hizo que la calma y la seguridad volvieran a nuestro pequeño.

Ya relajado y sin temor, totalmente entregado y pasivo, notó como el ángel-lobo se fue acercando con su demonio completamente excitado a su estrecho ano, por donde se consumaría la íntima unión. Pero como quiera que el pequeño orificio estaba muy cerrado y a pesar de que Eloy hacia grandes esfuerzos para tragar todo aquel demonio y recibirlo en su cuerpo, notó como el ángel-lobo jugaba con su pequeño culo, pasaba su lengua por el pequeño ojete llenándolo de lubricante saliva a modo de preciosa crema que ayudara a que el ahora enorme demonio que mostraba su cabeza roja completamente hinchada, empezara a introducirse en el frágil cuerpecito de nuestro pequeño.

Eloy se estremecía, entre glotón y temeroso, pero viendo que el caluroso demonio se aproximaba a su ahora ansioso culete, pensó que esto ya debía de ser el cielo, pero estaba equivocado. Cuando el ángel-lobo volvió a besar su orificio e introdujo su enorme lengua en el oscuro agujero, pensó que no había mayor placer que admitir el demonio que todo ángel-lobo lleva dentro, ayudándole a calmarse.
Así, muy húmedo y dilatado, notó como el ángel-lobo iba introduciendo su demonio en su carne ahora abierta de par en par y fuertemente separadas por los poderoso brazos de su lobo querido. Al principio notó un fuerte dolor al introducir el demonio su cabeza en su ser de un repentino empujón, pero enseguida empezó a notar un calor y un placer que jamás había imaginado, y pensó que aquello si que tenía que ser el cielo prometido por el ángel. “Que viaje tan placentero” – pensó, “no me extraña que digan que esto es el cielo” tanto era el placer que recibía.

Su placer se incrementó aún mas la ver la cara del ángel-lobo que se movía una y otra vez, adelante y atrás en un intento de meter el demonio lo más adentro posible en el cuerpo de Eloy, en unos movimientos cada vez mas y mas rápidos y agitados, hasta que de repente, en un enorme convulsión acompañada de un aullido ensordecedor, notó que el demonio soltaba en su cuerpo todo su líquida carga en forma de una blanca leche que invadió todo sus zonas mas internas. Mientras parecía que su culo iba a explotar de placer y calor, notó como todo el demonio del ángel se deshacía en su cuerpo ahora mojado y satisfecho, mientras el propio ángel-lobo se estremecía de placer y comenzaba a besarlo como agradeciéndole el haber recibido aquel demonio que lo consumía. Aquel ángel-lobo que había bajado del cielo seguía besando a Eloy, loco de pasión y de deseo, satisfecho de que el demonio se había descargado en el cuerpecito desnudo del niño. Viendo Eloy que ese demonio seguía goteando aquel caliente y precioso líquido que lo había inundado decidió limpiarlo y comenzó a lamer con su lengüita todo aquel cuerpo ahora inerte que aun rezumaba sabrosísima leche; Eloy decidió que lo dejaría inmaculado y que no se perdería ninguna gota de aquel sabrosísimo néctar.

Entonces vio que el ángel-lobo se retorcía de placer y que el demonio volvía a resurgir, a pesar de lo cual no dejaba de chupar y chupar, pues al final no había comido nada y aquello era, posiblemente el más rico alimento que podía comer. El ángel-lobo se agitaba de nuevo, temblaba y rugía y Eloy no podía dejar de chupar buscando ese precioso líquido que tanto le gustaba y saciaba su apetito. Tanto era el calor que ponía en su tarea que el demonio empezó a crecer de nuevo desde las partes mas visibles del ángel-lobo, aquellos enormes globos que eran el depósito del la maravillosa leche. Entonces, el demonio no pudo aguantar más y explotó derramando un enorme chorro de blanquecino líquido que inundó la boca del pequeño Eloy, tanta leche que no podía tragarla toda a pesar de que se afanaba ansioso en hacerlo, pues pensaba que ese era el billete directo al cielo que el ángel-lobo le había prometido.

Cuando acabó de lamer, el demonio se quedó en reposo en el cuerpo del ángel-lobo, Eloy miró a su lobito que parecía también estar en el cielo por la placidez de su cara y el mucho placer que había obtenido con las hazañas de Eloy. Ambos, felices y satisfechos, ya sin hambre, se quedaron dormidos.

Al despertar, Eloy se dió cuenta de que estaba sólo, y a su lado no había ni lobo, ni ángel ni demonio, pero no le importó, porque en la boca le quedaba el sabor agridulce de haber estado en el cielo. Cuando se levantó para marcharse, vio que en el suelo había varias plumas blancas y comenzó a sonreír, pensando que cualquier otro día, en sus escapadas campestres su ángel encarnado en un bello y masculino lobo volvería, y le enseñaría de nuevo el camino para vencer a sus demonios y alcanzar aquel cielo, ya para él, inolvidable.

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