jueves, 18 de enero de 2007

COBARDE

Mi padre es marino y guapo, marino y simpático, marino y demócrata, marino y moderno, marino e inteligente, marino y amigo, marino y melómano, marino y lector, marino e irónico, marino y deportista, marino y valiente. Quiero decir con esto que mi padre es sobre todo marino. Marino de guerra.

Pero además tiene todas esas virtudes que para mí lo hacen tan encantador y querido. Me ha hecho descubrir la lectura, el cine y el teatro; el deporte y la ópera; la buena educación y el respeto a los demás. Hablamos de todo, nos reímos y lloramos juntos. Juego al fútbol con él y vamos juntos a conciertos de rock. No hay incomunicación, no hay malos rollos, no hay traumas. Es mi mejor amigo y así lo aprecio. Yo lo adoro y él a mí. Así que si soy gay no es por falta de figura paterna ni por falta de cariño.

Por eso, últimamente ando un poco intranquilo. Él sabe todo de mi vida menos un pequeño detalle: que soy gay. Un detalle que parece poco importante, nimio, infantil. Porqué yo creo desde la comprensión, que él me ha inculcado, que la sexualidad no es lo más importante ni definitorio de un ser humano, que es una cuestión del ámbito privado que a nadie le debe importar, y que cada uno haga con su sexualidad lo que le venga en gana (sin molestar a nadie, claro). Así me lo ha hecho ver siempre mi padre.

También sé que a él le hubiera gustado que yo siguiera sus pasos y me hiciera marino como marino fue su padre y su abuelo; pero si una sombra de disgusto apareció alguna vez en su cara por el hecho de que yo decidiera estudiar periodismo, yo no la vi; y desde que le comuniqué mi decisión no dejó de apoyarme. ¿Por qué entonces me siento mal conmigo mismo?

No creo que a mi padre le importara mucho que yo sea gay; jamás le he oído una crítica ni una burla ni un chiste sobre homosexuales. Nunca una crítica ha salido por su boca que haga alguna mención a la sexualidad de nadie, nunca. Por eso me duele más el no atreverme a decírselo. Y sin embargo no soy capaz, no sé cómo afrontarlo ni cómo explicarlo; ni siquiera sé por qué justo en estos momentos tengo esa necesidad de decírselo. Supongo que debe ser el hecho de haber conocido a Iván, lo que ha revuelto en mi está inquietud por contarlo.

He tenido otros ligues y otros novios, pero con ellos no he sentido esta necesidad que ahora siento de salir del maldito armario. Eran, al fin y al cabo, chicos de mi entorno que han entrado en casa como amigos; y si bien el engaño no me gustaba, la edad me daba coartadas para disimular. Pero Iván se merece todo lo que haga por él, porque es la mejor persona que he conocido jamás y lo amo plenamente como no he amado nunca antes. Me gustaría poder ofrecerle toda mi vida, incluida mi familia y su aprobación.

Por eso he estado retrasando el momento de que Iván entre en casa. Quiero que lo haga con todos los honores, como el chico de mi vida, el hombre al que amo, con quien compartiría todo. Él no se merece menos.

Sirva este rollo para tranquilizar a los que esperan ansiosos nuestro encuentro, quizás sirva también para justificarme a mí mismo o para darme los ánimos que mi cobardía busca. Escribir chorradas provocadoras en un blog es una cosa, mientras por dentro te siente cobarde es otra.

¡Llamadme cobarde!

No hay comentarios:

Publicar un comentario