jueves, 18 de enero de 2007

FÁBULA AMATORIA DEL LOBO Y EL NIÑO (1ª parte)

(Según una idea original de Eloy y Julio)

Érase una vez un niño muy tierno llamado Eloy que había decidido ir a pasar la tarde al bosque para hacer un picnic. Para esto llevaba su cestita con chocolate, fresas, nata y cosas así, todas muy apetitosas.

Mientras Eloy iba hacia el descampado donde pensaba hacer su picnic, un lobo bien grande y hermoso que respondía al nombre de Julio lo vio y, al instante, decidió comérselo – “me lo voy a zampar enterito” – pensó el lobo todo ansioso; entonces empezó a seguir al pequeño e inocente Eloy que mientras tanto, había llegado al lugar del picnic. Después de dejar allí su cestita con las ricas viandas, decidió echarse a dormir un rato, ya que estaba muy cansado por la caminata, y hacer la barbacoa más tarde.

Cuando estuvo completamente dormido, el lobo, que estaba acechando, se le acercó con el ánimo de comerlo crudo pero al contemplar aquel cuerpo desnudo sintió que otro deseo se despertaba en su cuerpo y se paró en seco – “que bello es” – se dijo. Tan prendado se quedó de su virginal belleza, que se enamoró al instante perdidamente de aquel pobre muchacho indefenso e inocente.

Como no fue capaz de comérselo, y sintiendo que su hambre ahora era otra, se acurrucó al lado del joven, abrazando su cuerpo desnudo con toda su poderosa masculinidad, -“tengo que proteger a este niño de los peligros que acechan en este bosque” pensó; y así, los dos muy íntimamente abrazados, desnudos como dos amantes, estuvieron durmiendo un buen rato.

Cuando el pequeño Eloy se despertó, no vio un lobo peligroso a su lado, sino lo que el pensó que era un ángel que había caído del cielo y que estaba vigilando su sueño – “es mi ángel de la guardia y a su lado nada tengo que temer”. Al notar aquel cuerpo fuerte y recio que lo protegía con tanta suavidad, Eloy quedó prendado, notando que su pequeño cuerpo sucumbía a un deseo desconocido hasta el momento para él. -“Este ángel tan bueno y hermoso ha vigilado mi sueño, ahora yo le cuidaré con todo mi amor para que no pase hambre”- pensaba Eloy que inmediatamente acarició la idea de quedarse con aquel lobo-ángel tan amable y bello, y quiso depositar en aquel mágico ser un beso ansioso.

Cuando de repente, el lobo se despertó, pudo ver como un niñito bellísimo, se abrazaba a él y no dejaba de besar todo su cuerpo cariñosamente. Viendo Eloy que el lobo se despertaba se sobresaltó y volvieron todos sus temores a ser devorado, pero el ángel-lobo le tranquilizó, diciendo que no debía tener miedo de el, que no quería hacerle nada malo, que estuviera tranquilo y que siempre sería suyo. Empezaron a besarse tiernamente mientras el tiempo transcurría lentamente ahora a su alrededor, cómplice de aquel amor que comenzaba a surgir entre un ángel-lobo y un niño. En aquellos momentos de pasión desatada y mientras la temperatura subía descontroladamente, del ángel-lobo se liberó del demonio que todo ángel-lobo lleva dentro y esto hizo que por un momento Eloy sintiese miedo de perder alguna parte de su cuerpo en la boca de aquel lobo ahora ansioso. Pero, en vez de eso, el demonio-lobo propuso a Eloy comer las ricas viandas que éste llevaba en su cestita de mimbre.

Así lo decidieron, y el ahora demonio-lobo empezó a esparcir la nata por el cuerpo del asustado pequeño. Todo su cuerpo fue untado de aquella crema blanca, ni un solo centímetro de su cuerpo quedó sin cubrir; pero para que no se desperdiciara nada del preciado alimento, el demonio-lobo empezó a comer directamente con su lengua del cuerpo de Eloy, que mientras, se estremecía de placer. Fue tanta la pasión a la que llegaron durante la comida que el ángel-lobo se puso encima del pequeño para dominar al demonio que empezaba a surgir. Ese demonio se agitaba en el cuerpo de Eloy intentando liberarse, entrando y saliendo sin control, hasta que finalmente en un estallido de agónico placer, se dejó dominar por el ángel.

Este, cogiendo el chocolate y las fresas, empezó a ofrecérselas al demonio mientras jugaba con él, sin llegar a dárselas, provocando sus reacciones. El demonio aquel parecía enfurecerse y crecía y crecía intentando morder al pobre Eloy, que asistía pasivo al fiero combate que entre ambos se desarrollaba en su esbelto y blanco cuerpo.

Así jugando, se hizo la noche y apareció en el cielo una enorme luna llena. El lobo Julio se empezó a encender, pues todos sabemos lo mucho que afecta la luna llena a los ángeles-lobos. Estaba fuera de si, lleno de un enorme deseo de comer algo y se abalanzó con ímpetu sobre el cuello de nuestro pequeño, pegándole un enorme bocado, que hizo estremecer a Eloy de placer. Mordiendo así aquel adorable y apetitoso cuerpo, el demonio se fue calmando de nuevo, volviendo a meterse dentro del cuerpo de nuestro, ahora poseído héroe. De nuevo era un sensual pero inocente niño que tenía al poderoso lobo dentro de su ser. Entonces el ángel-lobo cogió a Eloy y dándole la vuelta como si fuera una pluma de sus alas, lo deposito boca abajo y se colocó encima, cubriéndolo entero, dejando notar su poderosa masculinidad; un poderoso miembro que ansioso se mostraba a los ojos del temeroso púber que, al mismo tiempo, ansiaba recibir para que su lobito querido fuera totalmente feliz. Eloy, en su inocencia, se relamía de gusto pensando en tener aquel demonio dentro de su cuerpo.

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