miércoles, 25 de junio de 2008

LAS HOGUERAS DE SAN JUAN

Yo estuve a punto de ir a la hoguera por San Juan. Pero no a saltar unas hogueritas, francamente, que a mi eso me parece una mariconada; sino al fuego eterno, y por hacer el amor nada menos.

En aquella época yo me beneficiaba a P. Y no me preguntéis por qué, pero P. tenía en su cuarto y cerca de su cama una imagen de San Juan Evangelista, del que era muy devoto, a tamaño natural y encima de una mesa camilla, con unas faldas de terciopelo carmesí, igual que la capa de terciopelo del santo; y que llevaba en una de sus manos una palma típica de las procesiones del domingo de ramos, que mucha gente deja todo el año colgada en el balcón y que en este caso, permanecía en la mano del santo durante los doce meses que van entre una semana santa y otra. Esta imagen era muy venerada en la ciudad y desfilaba – y aún desfila-, en varias de las procesiones que le han dado fama.

P. era mi compi de colegio de monjas, previo al instituto que ya pasé en Madrid, y todas las tardes íbamos a estudiar juntos a su cuarto e, invariablemente un día y otro también, acabábamos follando aunque con bastante torpeza propia de la edad. Pero siempre que yo estaba encima de él, lo más frecuente por otro lado, yo notaba en la espalda como si alguien me hiciera cosquillas, pero unas cosquillas frías que me dejaban extrañamente helado, sino a menudo impotente. Era bastante mosqueante. P. siempre me decía lo mismo: “no te preocupes que es San Juan”, lo que a mi no me tranquilizaba mucho, la verdad. No te rías, ¿a ti te gustaría que San Juan te acariciara la espalda mientras haces el amor con tu compa del cole? Pues eso.

Claro, en aquel colegio de monjas en el que estudiábamos, que llevábamos flores a la virgen, hacíamos hogueras con nuestras peticiones a nuestro señor, y rezábamos en semana santa a todos los santos, - aunque no necesariamente en ese orden, pues toda mi formación religiosa se ha convertido hoy en un potaje que no acabo de asimilar-, que San Juan me follara mientras estábamos follando, me jodía bastante, la verdad. No me sentaba nada bien y no sé si hoy soy ateo por culpa de aquel potaje o de aquella inocente mano del santo. Ya me imaginaba yo ardiendo en el fuego eterno por hacer aquello que ya me parecía en sí bastante pecaminoso, como para que viniera un santo voyeur a dar por culo. ¡Vamos, ardiendo para siempre!

El caso es que yo un día dispuesto a desentrañar aquel misterio, mientras me ocupaba de P, estuve vigilante para ver como aquella imagen me metía mano. Y os aseguro que no es nada fácil mientras estas penetrando a tu compañero de mesa del colegio, tener la vista en el cogote para descubrir como un santo juguetón y celoso quiere arrastrarte al fuego eterno y evitarte aquel pecado nefando (vamos, si es malo para la curas, no quiero decir nada para los santos...). Finalmente pude descubrir, descuidando mis dotes amatorias, que lo que me hacía cosquillas era aquella palma que el santo tenía en la mano, que por efecto del polvo acumulado y de la climatología gallega se iba curvando hasta alcanzar justo mi espalda mientras yo me ocupaba del culo de su devoto propietario.

Ahora, cada vez que vuelvo a la ciudad y veo aquella imagen desfilando en procesión que me contemplaba en mis juergas sexuales infantiles, un escalofrío no deja de recorrer mi espalda y su mirada severa parece recordarme que a él no le hacía ninguna gracia que yo me follara a su dueño, delante de sus narices y, posiblemente, sin confesarnos posteriormente. Pero a mí no deja de surgirme una enorme excitación en la entrepierna recordando el morbo de aquella situación tan surrealista.

Ya digo. A esas excitaciones son lo que yo llamo "las hogueras de san Juan".



Comentarista Plateado del día: Matritensis

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