martes, 3 de junio de 2008

LA LLUVIA ME FOLLÓ MI PRIMER POLVO

Post espejo de uno de Gwathadan. Bueno, espejo deformado,
porque él de la lluvia ha hecho poesía y yo una mamarraxada de las mías...
Todo aquel verano anduve empalmado por culpa de Tom. Tom recorría a diario en su moto los trece quilómetros que separaban la ciudad de la playa donde pasábamos el verano, con la excusa de ver a una chica muy mona de mi pandilla; pero ella no le hacía caso. Eso a mi me venía de cine, porqué Tom me encantaba y como ella no quería subirse con él de paquete en las excursiones que hacíamos, allí iba yo siempre agarrado lo mas fuerte que podía a la cintura de Tom, restregándole mi empalmada cebolleta en su más que prominente culo. Y nunca se quejó, francamente.

Tom era guapísimo. Un morenazo, alto y esbelto, tenía algo que con el paso del tiempo sigo apreciando en los tíos: un poco cara de tonto y coloretes. No encuentro la explicación freudiana a este gusto, pero ahí lo dejo, por si alguien puede encontrar la interpretación.

Tan caliente estuve todo el mes de agosto, que idee una manera de acabar con aquella excitación y, francamente, dar rienda suelta a mi lujuria y vaciar los huevos de tanta producción. Como quiera que se acercaban las fiestas del pueblo, le dije a Tom que podíamos acampar cerca del mar en un sitio muy tranquilo – y romántico, pensaba yo- donde pasar la noche y dormir la mona posterior a la verbena. Tom aceptó. Juro que mis intenciones eran buenas: follarme a Tom y perder la puta virginidad.

El caso es que pasé todo el día más excitado si cabe. Yo había visto alguna película porno y en todas ellas, dos bellos adolescentes metidos en una pequeña tienda de campaña al borde del acantilado, acababan mojando seguro. Apenas pude disimular mi espectacular empalme en todo el día y en el baile, todas las tías con las que bailaba, acababan dándome un bofetón por mi salidez y llamándome guarro, sin saber que la causa no eran ellas precisamente. Pero yo no podia disimular.

Lo malo es que en Galicia el hombre dispone y la climatología dispone. Cuando acabada la fiesta y nos dirigimos a la tienda de campaña que se suponía que iba a ser nuestro nidito de amor, empezó una tormenta como no recuerdo otra en mi vida. Lluvia, rayos y truenos, se conjuraron para que yo no consumara mi polvo, como siguiendo un designio del cielo en contra del primer amor de aquellos dos adolescentes. El agua corría por aquella tienda como si fuera el Miño. Tom y yo estábamos allí achicando agua, muertos de frío. Tom se cagó; literalmente. Claro, por muy empalmado que hayas pasado el verano, ver al objeto de tu deseo, empapado y cagado, pues le quita las ganas de follar al más salido del pueblo. Tuvimos que recoger las pocas pertenencias que teníamos – condones incluidos- y marcharnos para mi casa, donde desayunamos arropados por mi madre y mis hermanos; ya follar estaba un poco más difícil, suponiendo que pudiera vencer aquella impresión de Tom, muerto de miedo, mojado, frío y cagado.

No he vuelto a ver a Tom.


Comentarista Plateado del Día: Cutrebryny

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