jueves, 12 de julio de 2007

MIS DOS PERRAS

Bueno, al principio no eran mías.

Se supone que eran de mis hermanas que son quienes las querían. Ellas las iban a cuidar y a pasear, las iban a lavar y a peinar y atender y llevar al veterinario… en fin, todo el trabajo que conlleva tener dos perras (las perras no mis hermanas). El caso es que se han echado novio (mis hermanas, no las perras) y ahora el que las cuida, las pasea, las atiende y las lleva al veterinario (a las perras no a mis hermanas) soy yo.

Son dos perras schnauzer enanas, pero que no lo oiga mi madre. Mi madre prefiere decir que son schnauzher miniatura; a ella le debe parecer menos ofensivo y políticamente correcto, como si las perras fueran a protestar por el insulto.

Mis perras se llaman Dana por Dana Scully de Expediente X y Elfa por El Señor de los Anillos. Y son listísimas. Si, ya sé que todos los dueños de perros dicen que los suyos son los más listos del mundo; pero es que las mías lo son y, además, hablan. Incluso estuve pensando en mandarlas a la UAX (Universidad Alfonso X el Sabio) pero no me concedieron las becas.

Son madre e hija. Dana es la madre de Elfa. Y el caso es que Dana ya está mayor, apenas quiere andar la pobre. Cuando hace calor se queda espatarrada y pegada contra el suelo en una posición que parece una rana aplastada y no hay quien la mueva. Bueno, porque siempre fue un poco terca además. Jamás he conseguido que si ella va por un lado de una farola y yo con la correa por el otro se dé la vuelta ella; siempre tengo que volver sobre mis pasos yo e ir por donde ella quiere.

El caso es que ahora no anda, ya digo. Se queda quieta y se pone a mirar hacia atrás como señalando algo; esperando, con la mirada cansada y perdida. Entonces es cuando se produce el milagro y mis perras hablan. Elfa se acerca a ella y le dice algo muy bajito al oído, algo que yo no he podido oír aún, pero me imagino que le dirá algo así como “venga, mamá, que te viene bien para tu reuma” o alguna frase de ánimo parecida; pero entonces y solo entonces, Dana, después de pensarlo un rato, reanuda la marcha y va, de mala gana, hasta el final del paseo.

Ahora estoy muy triste. Temo por ella y temo que se vuelva para mirar sintiendo que es la muerte la que tiene detrás, cada día un poco más cerca.

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