
Lo que pasa es que yo que voy observando por ahí la vida, algo imprescindible para ser intelectual, y veo que hay que cambiar algunas cosas, tanto en el fútbol como en lo de pensar, francamente. Y es que ahora, lo que está de moda en ambas profesiones – bueno, admitiendo alegremente que ser un intelectual pueda ser una profesión e incluso “dé” para comer, claro-, es dar muchos rodeos a todo, no ir de frente, buscar el regate y el pase, e incluso el remate con mucho efecto. Efectos tremendistas, diría yo.
Y yo creo que hay que volver a lo fácil, a lo directo, a lo de toda la vida. A pensar sin rodeos, como a tiro fijo, a la primera de cambio, a darle al balón como te viene, con la punta de la bota, un cañonazo sin muchos miramientos a ver qué pasa, de esos que rompen la pelota. Es lo que se llama en Galicia un “punteirolo”, Y en el resto de España, y de manera menos rotunda, un punterazo. Pues en el pensamiento como en el fútbol hacen falta más punteirolos. Quiero decir con esto, que igual que en el fútbol es arriesgado darle a la bola con efecto; en la vida es complicado ponerte a pensar qué hacemos aquí, a dónde vamos o, incluso, cuando llegará el amor de tu vida…. Punteirolos, coño, punteirolos.
A mi me gusta mucho una frase genial de Stephen Hawkins que sirve para ilustrar lo que digo. Algo sencillo y que va derecho al grano y al asunto. Que te deja pensando sin romperte las neuronas; todo lo contrario que Wittgenstein, ese tuberculoso. Preguntado el científico si pensaba en la posibilidad de que hubiera vida extraterreste en el universo, contestó: “A veces creo que si hay vida en otros planetas, otras veces pienso que es imposible. En ambos casos creo que la respuesta es impresionante”. Esto es un punteirolo del pensamiento.
Y ahora me voy; a ver si meto algún gol, que yo, además de pensar, a veces juego al fútbol de delantero centro, y están esperando mis punteirolazos…. Bezos.
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