(Est post fue inicialmente publicado en mi blog el 27 de julio de 2007).

Pero lo que realmente la hacía peculiar y conocida entre la chiquillería de Ferrol, que alegremente la perseguía y se mofaba de ella, era el hecho de caminar eternamente con una mano delante de la boca que no retiraba ni para hablar, y que a cualquier pregunta que se le hiciera contestaba invariablemente con aquella misma frase que la hizo famosa: “Nunca chejamos (*)”
- Ta co na ta, ¿de dónde vienes?
- Nunca chejamos
Y las historias que de ella se contaban decían que efectivamente había perdido algo. Contaba esa leyenda que había sido una joven de buena familia despierta y bella, y que había tenido un novio que la idolatraba, pero pobre. Este novio marchó a hacer las américas en busca de una dote con que llevarla al altar. Y que una vez lograda aquella riqueza ansiada embarcó en un frágil navío tristemente naufragado frente a la Costa da Morte en una noche tormentosa y aciaga; y que ni aquel novio ni la fortuna soñada llegaron jamás a puerto.
- Ta co na ta, ¿dónde vas?
- Nunca chejamos.
Cuando murió se encontró debajo de su colchón una arrugada fotografía de aquel novio desaparecido y una bolsa de basura con más de diez millones de las antiguas pesetas. Enterrada en el cementerio de Catabois, sobre el frío mármol de la losa que cierra su tumba, y si separas la maleza que hoy en día la cubre, aun puedes leer aquellas palabras que tantas veces ella repitió en vida y que aquí, en el cementerio, alcanzaron por fin todo su profético sentido: “Nunca chejamos".
(*) "Nunca llegamos", en castellano.
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