Subtitulado: Iago echa un polvo

El sábado ligué con un armario en Cool. Era un impresionante brasileño que se llamaba M.; un auténtico cachas, ya digo. Quizás el tío más cachondo con el que he estado hasta ahora, aunque tampoco tengo tanta carrera, ejem, ejem. Respondía a todos los tópicos de su nacionalidad: era alto, musculoso, guapo, con un pelo negro y largo que impresionaba. Además tenía una sonrisa de lo más bonita y cautivadora, enseñando unos preciosos dientes blancos.
La verdad es que yo alucinaba con lo guapo que era y estuve un buen rato sin quitarle ojo, apoyado en la barra mirándolo fijamente mientras él bailaba. Pero yo notaba que tampoco me quitaba ojo a mí, y finalmente fue él quien se acercó. Empezó a hablarme aunque yo no le entendía ni papa y eso que se supone que el portugués se parece al gallego. Yo me sentía como si fuera una damisela a la que le ha salido un pretendiente; aún considerándome de los potables, no podía creer que quisiera algo conmigo. Estuvimos charlando un buen rato, pero ya era bastante tarde, así que cuando dije algo confusamente que tenía que marcharme, me dijo que me acompañaba. Fui a buscar el coche al parking de la Plaza de España y se vino conmigo; creo que pensaba que lo iba a llevar a mi casa, pero debían ser las ya las siete o más de la mañana pues recuerdo que ya estaba casi amaneciendo, así que le expliqué confusamente que yo no podía ir a ningún sitio que no vivía solo y que me tenía que ir a mí casa. Él me dijo que no me preocupara y me preguntó si lo podía dejar en su casa. Me pidió mi teléfono y nos dimos un beso en el coche cerca del portal de su casa por la calle de la Madera. Parecía muy cariñoso y encantador.
El domingo me llamó y ¿qué iba a hacer yo? ¡No podía desaprovechar un tío así! Ya, ya…, ya sé que no es una manera muy romántica de pasar el día, pero cuando no hay amor que celebrar, el sexo puede ser un buen consuelo. Al fin y al cabo algunos le llaman hacer el amor a ese encerrarte en un baño y hacer alguna cosita rápida de pie.
Quedamos en P. cerca de la plaza de Vázquez de Mella, y al entrar me lo encontré hablando con otros chicos, lo que de entrada me incomodó. No sé, quizás esperaba que estuviera nervioso y ansioso por verme de nuevo, como estaba yo, y verlo allí tan resuelto y relajado me resultó extraño. Pero, la verdad es que en cuanto me vio dejó a todo el mundo y se vino conmigo. Desde luego ayer no perdimos el tiempo, nos metimos rápidamente en el baño para que no nos pasara lo mismo del sábado.
Al verlo desnudo pensé simplemente que era un dios. Su cuerpo era sencillamente perfecto, demasiado perfecto diría yo incluso. No tenía ni un pelo ni una imperfección, todo músculo. Pero tan brillante y tirante que me dio la impresión al tacto de un juguete sexual, como un muñeco de látex. En fin, a pesar de todo me dispuse a disfrutar.
Pero, ¡ay amigos, los brasileños…! Me metió una paliza de muy señor mío. Bueno, una paliza en plan sexual, quiero que me entendáis… Me metió la polla en la garganta hasta hacerme casi devolver. Me pegó palmadas en el culo hasta ponérmelo rojo. Me levantaba del suelo cogido entre sus brazos como una pluma, y yo no soy de constitución débil precisamente, hasta casi asfixiarme, y me dejó todo el cuerpo lleno de “chupones”. Fue…, no sé cómo decirlo, algo animal, brusco, sin encanto… un polvo salvaje, lo menos parecido a "hacer el amor" que me pueda imaginar. Vamos, como montar un armario.
Una paliza. Hasta tal punto que cuando acabamos, uno de los chicos que al entrar hablaba con él, se acercó a mí y me dijo que no sabía cómo me había dejado poner así, y que vaya animalada lo que me había hecho mientras me miraba los chupones del cuello. No sé si me arrepiento o no, a pesar de la paliza y del montón de explicaciones que he tenido que dar en casa. Me ha vuelto a llamar hoy, pero no pienso quedar otra vez, sigo destrozado.
Voy a ver si puedo devolverlo; yo con este armario no me quedo. ¡El próximo del Ikea y que venga con las instrucciones... !
Escrito by Iago Internacional.
La verdad es que yo alucinaba con lo guapo que era y estuve un buen rato sin quitarle ojo, apoyado en la barra mirándolo fijamente mientras él bailaba. Pero yo notaba que tampoco me quitaba ojo a mí, y finalmente fue él quien se acercó. Empezó a hablarme aunque yo no le entendía ni papa y eso que se supone que el portugués se parece al gallego. Yo me sentía como si fuera una damisela a la que le ha salido un pretendiente; aún considerándome de los potables, no podía creer que quisiera algo conmigo. Estuvimos charlando un buen rato, pero ya era bastante tarde, así que cuando dije algo confusamente que tenía que marcharme, me dijo que me acompañaba. Fui a buscar el coche al parking de la Plaza de España y se vino conmigo; creo que pensaba que lo iba a llevar a mi casa, pero debían ser las ya las siete o más de la mañana pues recuerdo que ya estaba casi amaneciendo, así que le expliqué confusamente que yo no podía ir a ningún sitio que no vivía solo y que me tenía que ir a mí casa. Él me dijo que no me preocupara y me preguntó si lo podía dejar en su casa. Me pidió mi teléfono y nos dimos un beso en el coche cerca del portal de su casa por la calle de la Madera. Parecía muy cariñoso y encantador.
El domingo me llamó y ¿qué iba a hacer yo? ¡No podía desaprovechar un tío así! Ya, ya…, ya sé que no es una manera muy romántica de pasar el día, pero cuando no hay amor que celebrar, el sexo puede ser un buen consuelo. Al fin y al cabo algunos le llaman hacer el amor a ese encerrarte en un baño y hacer alguna cosita rápida de pie.
Quedamos en P. cerca de la plaza de Vázquez de Mella, y al entrar me lo encontré hablando con otros chicos, lo que de entrada me incomodó. No sé, quizás esperaba que estuviera nervioso y ansioso por verme de nuevo, como estaba yo, y verlo allí tan resuelto y relajado me resultó extraño. Pero, la verdad es que en cuanto me vio dejó a todo el mundo y se vino conmigo. Desde luego ayer no perdimos el tiempo, nos metimos rápidamente en el baño para que no nos pasara lo mismo del sábado.
Al verlo desnudo pensé simplemente que era un dios. Su cuerpo era sencillamente perfecto, demasiado perfecto diría yo incluso. No tenía ni un pelo ni una imperfección, todo músculo. Pero tan brillante y tirante que me dio la impresión al tacto de un juguete sexual, como un muñeco de látex. En fin, a pesar de todo me dispuse a disfrutar.
Pero, ¡ay amigos, los brasileños…! Me metió una paliza de muy señor mío. Bueno, una paliza en plan sexual, quiero que me entendáis… Me metió la polla en la garganta hasta hacerme casi devolver. Me pegó palmadas en el culo hasta ponérmelo rojo. Me levantaba del suelo cogido entre sus brazos como una pluma, y yo no soy de constitución débil precisamente, hasta casi asfixiarme, y me dejó todo el cuerpo lleno de “chupones”. Fue…, no sé cómo decirlo, algo animal, brusco, sin encanto… un polvo salvaje, lo menos parecido a "hacer el amor" que me pueda imaginar. Vamos, como montar un armario.
Una paliza. Hasta tal punto que cuando acabamos, uno de los chicos que al entrar hablaba con él, se acercó a mí y me dijo que no sabía cómo me había dejado poner así, y que vaya animalada lo que me había hecho mientras me miraba los chupones del cuello. No sé si me arrepiento o no, a pesar de la paliza y del montón de explicaciones que he tenido que dar en casa. Me ha vuelto a llamar hoy, pero no pienso quedar otra vez, sigo destrozado.
Voy a ver si puedo devolverlo; yo con este armario no me quedo. ¡El próximo del Ikea y que venga con las instrucciones... !
Escrito by Iago Internacional.
Comentarista Plateado del Día: Jahh
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