Primero vi ganar al equipo de 17 tenistas el partido de polo contra un equipo de 5 lanzadores de disco y ganar la medalla de latón mientras nuestro conjunto de 1 gimnasta sincronizado era maltratado por el equipo contrario de ping-pong. Luego nuestros jugadores de voley playa en pijama jugaron con diez atletas de “color” que le ganaron a todos hasta que vino aquel saltador de jabalina lanzando el disco y le dio en la cabeza al pertiguista que estaba jugando al badmington. Ganó por puntos.
Por babor llegaron entonces nuestros participantes de doma clásica para desempatar con el equipo australiano de lanzadores de martillo (¿para qué se tirarán un martillo?) comprendí entonces que los maratonianos que venían en bici iban a darle una tremenda paliza a los jugadores de baloncesto de las islas fidji. Perdieron.
Bueno, me dije, no pasa nada, ahora viene el canoísta ese que está como un tren y le pega tres tiros a los lanzadores de flechas de todas partes, y mientras esperaba ese momento vi como desde una rampa de una piscina se tiraban todos los jugadores de balonmano chinos de cabeza (¡están locos estos chinos!). Aún así seguí mirando, esperando que los saltadores de altura, consiguieran saltar todas las vallas de los cuatrocientos mil metros lisos (o mas, lo digo así a ojo) y llegar primero que los keniatas… Y si, ¡nuevo record olímpico!
Cuando ya todo parecía perdido, y el recordman mundial de triple salto cogió el mando de la carrera y se puso a la cabeza del pelotón comprendí entonces, mirando al medallero (que es lo importante, claro) que no todo podía empeorar pero empeoraría, mientras nuestro taekwondista fracasaba pero ganaba dándole un mamporrazo a un juez chino del partido de water polo entre nuestros chicos en bañador y el equipo ruso de gimnasia rítmica masculino con sus aros. Mientras vi las imágenes de la madre de la cuñada de la limpiadora de nuestra residencia y como la saludaban desde su querido pueblo.
En fin, he visto las olimpiadas enteritas y me he enterado de todo. Me ha encantado… ¡Tenemos que repetirlas! Y a ver ahora que se acaban con que nos entretienen y disimulan que hay una crisis económica olímpica.
Por babor llegaron entonces nuestros participantes de doma clásica para desempatar con el equipo australiano de lanzadores de martillo (¿para qué se tirarán un martillo?) comprendí entonces que los maratonianos que venían en bici iban a darle una tremenda paliza a los jugadores de baloncesto de las islas fidji. Perdieron.
Bueno, me dije, no pasa nada, ahora viene el canoísta ese que está como un tren y le pega tres tiros a los lanzadores de flechas de todas partes, y mientras esperaba ese momento vi como desde una rampa de una piscina se tiraban todos los jugadores de balonmano chinos de cabeza (¡están locos estos chinos!). Aún así seguí mirando, esperando que los saltadores de altura, consiguieran saltar todas las vallas de los cuatrocientos mil metros lisos (o mas, lo digo así a ojo) y llegar primero que los keniatas… Y si, ¡nuevo record olímpico!
Cuando ya todo parecía perdido, y el recordman mundial de triple salto cogió el mando de la carrera y se puso a la cabeza del pelotón comprendí entonces, mirando al medallero (que es lo importante, claro) que no todo podía empeorar pero empeoraría, mientras nuestro taekwondista fracasaba pero ganaba dándole un mamporrazo a un juez chino del partido de water polo entre nuestros chicos en bañador y el equipo ruso de gimnasia rítmica masculino con sus aros. Mientras vi las imágenes de la madre de la cuñada de la limpiadora de nuestra residencia y como la saludaban desde su querido pueblo.
En fin, he visto las olimpiadas enteritas y me he enterado de todo. Me ha encantado… ¡Tenemos que repetirlas! Y a ver ahora que se acaban con que nos entretienen y disimulan que hay una crisis económica olímpica.
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